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Por Jorge L León ()

Houston.- La tragedia cubana no comenzó en las colas interminables, ni en los apagones ni en las prisiones desbordadas de inocentes. Su raíz se encuentra en un cuerpo de ideas mal digeridas, en teorías importadas que, lejos de liberar, esclavizaron la mente y la vida de todo un pueblo.

El engrudo esbozado por Karl Marx fue una melosa confusión difícil de explicar. Para justificarlo, se aferró a la dialéctica hegeliana, donde Hegel señalaba que la evolución de las ideas se producía a través de un proceso dialéctico. Marx, sin embargo, la retorció en clave materialista, estableciendo su concepción de la lucha de clases.

Ese giro, lejos de clarificar, oscureció aún más el panorama: convirtió la dialéctica en un dogma, vaciado de crítica real. La verdad estuvo ausente en ambos enfoques: cada uno rozaba aspectos de la realidad, pero encerrados en un tiempo histórico determinado. La ausencia de una verdadera dialéctica, capaz de evolucionar con el hombre y sus circunstancias, quedó en evidencia.

Hoy, ese cuerpo teórico carece de valor. Las ideas socialistas mostraron su ineficacia rotunda. Sin embargo, aún quedan residuos en las mentes atrofiadas de muchos, incapaces de evaluar con objetividad la realidad cubana.

Dirigentes que no comprenden el presente

Parten de nociones recicladas, gastadas por más de seis décadas de atrofio intelectual que les impide ver y comprender el presente. Todavía hablan de “bloqueo” como justificación universal, incluso algunos intelectuales y dirigentes deportivos que, con cargos federativos, no pueden pagarse un simple café en un evento internacional. Regresan a casa extenuados, sin electricidad, sin agua, sofocados por el calor, y aun así no reconocen la causa verdadera de ese desastre.

Ven la realidad, la sufren… pero su posición mental no alcanza a señalar al culpable. Esa ceguera colectiva, que no es enfermedad clínica, constituye un lastre: una forma de atrofia ideológica que impide comprender el fracaso del sistema. Muchos fingen; otros, con cinismo, defienden al régimen que los aplasta. Es un fenómeno que escapa a la lógica de la razón.

La desigualdad más brutal

¿Qué ha pasado con el cubano? ¿Acaso no ve las diferencias entre los jerarcas del Partido y el pueblo? Los privilegios hablan por sí solos: mientras la cúpula dirigente accede a hoteles, autos modernos y clínicas especiales, el pueblo hace colas interminables para conseguir un trozo de pan, un litro de aceite o un cartón de huevos que puede costar 4,000 pesos cubanos, cuando la pensión media no supera los 1,500 pesos.

La llamada “igualdad socialista” quedó reducida a una caricatura obscena. Hoy existen en Cuba dos clases de comunistas:

Los que mandan y disfrutan del poder con privilegios inauditos.

Los que obedecen, simulan y padecen la miseria diaria.

La represión como sostén del poder

Solo la represión brutal frena la inconformidad. Según organismos internacionales, Cuba mantiene a más de 1,100 presos políticos en sus cárceles, entre ellos jóvenes, artistas y mujeres cuyo único delito ha sido protestar pacíficamente. Las imágenes del 11 de julio de 2021 son una muestra: un pueblo que salió a gritar “¡Libertad!” fue respondido con palos, balas de goma y sentencias desproporcionadas de hasta 20 años de prisión.

El desaliento reina, todos los caminos parecen cerrados. Un pueblo dividido, donde una minoría traidora tiene las armas y las usa contra su propio hermano.

La mente atrapada

El régimen ha conseguido algo peor que la miseria material: la deformación de la mente. El adoctrinamiento escolar, los noticieros manipulados y la censura sistemática han creado generaciones con miedo a pensar distinto. Muchos saben que el sistema ha fracasado, pero se callan; otros han interiorizado el discurso oficial y lo repiten como autómatas. George Orwell lo advirtió en 1984: “El poder no es un medio; es un fin en sí mismo. El objeto del poder es el poder”. Esa es la esencia de la Cuba actual.

La gran estafa

El socialismo prometió justicia social, bienestar y dignidad. La realidad es hambre, desigualdad, represión y exilio. En las últimas tres décadas, más de dos millones de cubanos han abandonado la isla, configurando uno de los éxodos más dramáticos de América Latina.

Cuba hoy es un campo minado: hambre, colapso eléctrico, hospitales sin medicinas, jubilados que escarban en la basura, jóvenes que sueñan con escapar y una élite que repite consignas vacías mientras vive en un mundo paralelo.

El socialismo, más que un sistema político, se convirtió en una estafa a la mente humana: convirtió a millones en rehenes de un espejismo.

Así las cosas.

El futuro de Cuba no puede seguir hipotecado a una ideología fracasada. El pueblo debe abrir los ojos y comprender que el enemigo no es externo, sino interno: una dictadura que lo devora desde hace más de sesenta años. Callar es complicidad, fingir es prolongar la agonía, y resignarse es morir de pie.

Cuba merece libertad, justicia y dignidad. La estafa socialista ya no engaña a nadie. La hora de despertar es ahora.

(Jorge L. León es profesor e investigador)

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