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El arma más poderosa: madres que desafiaron imperios, dictaduras y prisiones

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Por Albert Fonse ()

Ottawa.- La historia de la humanidad está llena de guerras, dictaduras y prisiones injustas, pero también de un hilo constante: madres y esposas que no se resignaron. Desde la Biblia se recuerda a María, madre de Jesús, acompañándolo hasta la cruz y desafiando al poder romano con su sola presencia. Ese gesto silencioso, cargado de dolor y amor, quedó como símbolo eterno de dignidad frente a la injusticia.

En la antigua Roma, el poder de los triunviros parecía indestructible. Sin embargo, Turia, una mujer común, defendió públicamente a su esposo perseguido. Soportó insultos y amenazas de Marco Lépido, uno de los hombres más temidos de su tiempo, hasta lograr salvarle la vida.

çEn esos mismos años circulaba la leyenda de la hija que, viendo a su padre condenado a morir de hambre en prisión, lo amamantaba en secreto. Cuando los guardias descubrieron aquel acto extremo de amor filial, quedaron tan conmovidos que decidieron liberar al prisionero. La historia, conocida como la Caridad Romana, fue reproducida durante siglos en pinturas y esculturas, porque mostraba cómo el amor de una mujer podía doblegar la dureza de la ley.

Durante la Edad Media, la misericordia femenina se convirtió en límite frente a la violencia de los reyes. Leonor de Aquitania, reina de Inglaterra, recorrió castillos y monasterios para reunir el rescate que liberó a su hijo Ricardo Corazón de León, prisionero en Alemania. El precio era astronómico, pero ella, ya anciana, no se rindió hasta traerlo de vuelta.

Otros ejemplos

En Francia, durante el asedio de Calais en 1347, seis hombres se ofrecieron como rehenes para salvar a su ciudad y Eduardo III de Inglaterra ordenó ejecutarlos. Su esposa, la reina Felipa de Henao, embarazada en aquel momento, se arrodilló suplicando compasión. Eduardo accedió y los burgueses salvaron la vida gracias a la intervención de una madre a punto de darla.

La modernidad trajo nuevos ejemplos. Tras el levantamiento decembrista de 1825 en Rusia, más de un centenar de insurgentes fueron condenados al exilio en Siberia. Varias esposas, jóvenes aristócratas, abandonaron palacios y comodidades para seguir a sus maridos miles de kilómetros. En medio de climas extremos y en aldeas inhóspitas, se convirtieron en defensoras activas: escribieron cartas al zar, organizaron peticiones y consiguieron que se suavizaran las condenas. Sus vidas quedaron en el frío, pero su lealtad las transformó en símbolo de resistencia.

El siglo XX multiplicó esas escenas en escenarios mucho más sombríos. En 1943, en Berlín, un grupo de esposas se plantó frente a la prisión de Rosenstraße. Sus maridos judíos estaban listos para ser deportados a campos de exterminio. Durante una semana desafiaron a la Gestapo con un solo grito: “¡Devuélvannos a nuestros hombres!”. Los guardias apuntaban, amenazaban, dispersaban, pero las mujeres regresaban. Finalmente, los prisioneros fueron liberados. Fue la única protesta pública que venció al nazismo en pleno corazón de Alemania.

América Latina y Cuba

En América Latina, la maternidad se convirtió en bandera política. En 1977, un puñado de mujeres argentinas comenzó a caminar en círculos alrededor de la Plaza de Mayo con pañuelos blancos en la cabeza. Eran madres de jóvenes desaparecidos por la dictadura militar. Lo que empezó como un gesto desesperado se transformó en una denuncia mundial que obligó a abrir los ojos al mundo sobre el terror de Estado.

Cuba también tiene su propia historia de mujeres que no callaron. En las guerras de independencia, las mambisas no solo apoyaron a los hombres en combate, muchas tomaron las armas o intercedieron por familiares capturados por los españoles.

En la dictadura de Batista, las esposas de opositores enviaban cartas, buscaban recursos y presionaban en silencio para aliviar condenas. Con la llegada del castrismo, en 2003, la Primavera Negra encarceló a 75 opositores y de ese dolor nacieron las Damas de Blanco. Vestidas de blanco y con gladiolos en las manos, marchaban en silencio cada domingo en La Habana. Su imagen recorrió el mundo y se convirtió en símbolo de resistencia pacífica hasta lograr la liberación de sus familiares.

El 11 de julio de 2021

El 11 de julio de 2021 volvió a repetirse la historia. Cientos de jóvenes fueron condenados a décadas de cárcel por manifestarse en las calles. Surgió entonces Cuba de Luto, madres y esposas que se vestían de negro para asistir a misa y reclamar libertad. La respuesta del régimen fue inmediata: citaciones policiales, amenazas, campañas de difamación y agresiones físicas que acabaron desintegrando el movimiento en pocos meses.

La lección que deja la historia es clara. Ningún régimen ha logrado apagar la voz de una madre. Desde María en la cruz, desde Turia en Roma, desde las mambisas hasta las Damas de Blanco, el amor familiar ha sido más fuerte que el miedo. Ha llegado el momento de que las madres y esposas cubanas salgan otra vez a las calles, que llenen las plazas con su presencia pacífica, que demuestren que la verdadera fuerza no está en las armas del poder, sino en la dignidad de una mujer que camina por la libertad de su hijo o de su esposo.

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