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Cuba no es Nepal

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Por Luis Alberto Ramirez ()

No hay pueblo más indefenso que aquel que le cree a un gobierno que le miente de manera cotidiana. En Cuba, la mentira oficial se ha convertido en una rutina transmitida por radio y televisión, repetida en los discursos y en los noticieros, adornada con tecnicismos que pretenden disfrazar el fracaso.

Lo verdaderamente incomprensible es cómo los cubanos, acostumbrados a escuchar las mismas promesas incumplidas, todavía soportan con resignación una realidad que empeora cada día.

Una de las mentiras más constantes y reiteradas es la del mejoramiento de la situación energética, promesa que llega puntualmente cada verano, cuando el calor aprieta y los apagones se hacen insoportables.

Se habla de mantenimientos, de entradas de nuevas unidades al sistema, de inversiones extranjeras o de supuestos acuerdos salvadores. Pero el calendario avanza y la oscuridad permanece. El verano ya pasó, y lo único que ha mejorado es la frecuencia de los apagones: se han hecho más largos, más crueles, más desesperantes.

El ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, apareció frente a las cámaras de la televisión nacional asegurando que para mediados de 2025 habría una mejoría significativa en el sistema electroenergético. Sin embargo, mientras pronunciaba esas palabras, la realidad desmentía cada sílaba: a las 6:00 de la tarde del jueves, gran parte de los santiagueros cumplía ya 72 horas sin electricidad. El malestar, la rabia y la indignación crecían como brasas encendidas bajo el calor sofocante.

En Nepal no hay remesas

La escena era elocuente: en la acera de la oficina de Correos del distrito José Martí, más de un centenar de personas se aglomeraba para cargar sus teléfonos móviles y conectarse a la WiFi de la vecina oficina de ETECSA. Un retrato de un país donde la supervivencia cotidiana depende de improvisar, de buscar resquicios en medio del desastre.

La indignación popular se expresa de muchas formas: los muchachos no van a la escuela, los adultos dejan de asistir al trabajo, los reclamos se multiplican en las colas y en los barrios. Pero la gran pregunta es: ¿es eso suficiente? ¿Alcanza con la protesta silenciosa o con la desobediencia pasiva?

Nepal fue escenario de una revuelta que cambió el rumbo de su historia. Pero en Cuba no sucederá lo mismo, no porque los cubanos carezcan de valor, sino porque cuentan con una alternativa que los nepalenses nunca tuvieron: una diáspora poderosa que envía remesas, llena las neveras vacías y se convierte en salvavidas económico y emocional. Además, existe la válvula de escape de la emigración: miles se van cada año, descomprimiendo una olla de presión que, de otra manera, ya habría estallado.

El régimen lo sabe y se sostiene precisamente en esa dinámica: prometer lo que nunca cumple, resistir el malestar popular y confiar en que la emigración y las remesas disipen la indignación que, en otro contexto, se convertiría en acción. La pregunta que queda en el aire es: hasta cuándo el pueblo cubano aceptará ser engañado, y si algún día llegará el momento en que la paciencia se agote. “Eso, mientras exista una diáspora que nos asista en todo, y una emigración que se renueva cotidianamente, no pasará”

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