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Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- Cuba parece librar una nueva batalla al estilo de Don Quijote, pero en lugar de gigantes, sus enemigos son termoeléctricas deterioradas, tuberías reventadas, calderas a punto de explotar y todo tipo de averías que acechan día a día.
Cada victoria anunciada, una planta reconectada, una avería reparada, no es más que una pequeña escaramuza en un conflicto interminable, donde la valentía y el sacrificio de los trabajadores se enfrentan a un enemigo invisible constante, (bueno… no tan invisible) y la infraestructura colapsada.
Estas “hazañas” cotidianas, aplaudidas por discursos grandilocuentes del gobierno, tienen un precio humano: vidas perdidas, accidentes laborales, estrés extremo y un pueblo que paga con apagones y sacrificios diarios.
Cada tubería reparada es como la lucha de Don Quijote contra un molino de viento: una victoria simbólica que no cambia la naturaleza de un sistema condenado al desgaste y la falla, donde ni los perros tienen fuerza para ladrar.
Díaz-Canel no pierde un segundo en reconocer la heroica labor de los cuadros y trabajadores, quienes enfrentan, día tras día, plantas envejecidas y, por supuesto, las temibles consecuencias de la “persecución energética y financiera del bloqueo”, un enemigo externo, que milagrosamente siempre aparece como culpable de todo, la causa de sus épicos enfrentamientos con los gigantes al estilo Don Quijote.
Señalando al bloqueo como responsable, desvía la atención de decisiones internas, la falta de inversión y el abandono de la infraestructura.
Así, la heroicidad de los trabajadores se convierte en un escudo que protege al régimen, mientras la población paga el precio real de una lucha que nunca debió haber sido tan desigual.