Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Díaz-Canel regresa de Asia con las manos vacías y 150 turistas oficiales

Comparte esta noticia

Por Max Astudillo ()

La Habana.- El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, ha aterrizado en La Habana tras su gira por Vietnam, China y Laos. Vuelve con el mismo equipaje con el que partió: unas cuantas banderas intercambiadas, fotos de rigor en cada una de las capitales y nada más.

Las fotos, como quien posa para la historia sin estar muy seguro de qué historia se trata.

Lo único que parece haber crecido en este viaje es la factura del séquito que lo acompañaba, que según algunas fuentes superaba las 150 personas. Ciento cincuenta viajeros oficiales para un viaje oficial que, oficialmente, no ha producido nada oficial.

En Hanói y en Vientián se repitió el mismo guion: recepciones de cortesía, elogios a la fraternidad socialista y promesas de cooperación futura. Pero ni un solo acuerdo concreto de inversiones, ni una línea de crédito nueva, ni un solo proyecto tangible que pueda anunciarse como un triunfo para la economía cubana.

Una economía que se hunde en una crisis profunda mientras su presidente daba una vuelta monumental por Asia. Es como si hubieran ido a pedir un préstamo a un banco y les hubieran ofrecido, en su lugar, una taza de té y un apretón de manos.

El aliado le dio la espalda

El momento más simbólico de toda la gira, el que mejor la resume, ocurrió en Beijing. La capital china se llenó de mandatarios para festejar los 80 años de la victoria, entre ellos el líder ruso, Vladimir Putin. El aliado estratégico, el socio en la sombra, el que supuestamente puede tender un puente hacia La Habana, recibió a medio mundo, se reunió con jefes de Estado, pero se negó a recibir a Díaz-Canel.

El Kremlin encontró un hueco para casi todos menos para él. El mensaje fue claro y silencioso, y se entendió en La Habana sin necesidad de traductor: hay prioridades y luego hay otras cosas.

Mientras tanto, la voluminosa comitiva cubana, seguía su recorrido. Es difícil imaginar para qué hace falta tanta gente para no firmar nada. Quizás para asegurarse de que todos los asientos del avión estaban ocupados. O para formar una coreografía impecable en cada foto de grupo. La imagen es surrealista: un país que no tiene ni para comer, enviando a un ejército de funcionarios a pasear por medio mundo sin otro resultado que el desgaste de las suelas de sus zapatos.

Algunos dirán que la diplomacia es lenta, que estos viajes siembran para cosechar después. Pero Cuba no tiene tiempo para esperar. La gente hace cola para comprar pollo, no para ver desfilar a la delegación de turno. El gobierno insiste en culpar al bloqueo de todos sus males, y es cierto que el bloqueo existe y asfixia, pero es difícil explicar que viajar con 150 personas sin traer nada a cambio sea la mejor forma de combatirlo.

Díaz-Canel vuelve, en definitiva, como se fue: con las manos vacías. Pero con muchas, muchísimas maletas. El único acuerdo firmado parece haber sido el tácito de que todo siga igual. Y en eso, al menos, son expertos.

Deja un comentario