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Torres-Cuevas, el hombre que conocí

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Por Lela Sánchez Echeverría

La Habana.- Antes de comenzar, es necesario esclarecer dos puntos básicos de mi manera de actuar en la vida.

Primero, creo en la democracia como la forma más perfecta, hasta ahora, de sociedad. Y dentro de ella, me declaro partidaria de la socialdemocracia. Por tanto, creo en las libertades que deben acompañar al hombre en toda su vida. También creo en la división de poderes que se supone las garantiza.

Segundo, creo en todo aquel que me demuestre que actúa según sus principios, siempre que estos no sean realmente nocivos para la sociedad.

O sea, soy enemiga de la unanimidad. Considero que todos tenemos derecho a pensar y expresarnos de manera diferente. Además, debemos respetar a aquellos que no coincidan, o se opongan de forma general, a nuestra manera de hacerlo.

Y en base a estos dos principios, considero un honor haber podido contar con el apoyo y la amistad de Eduardo Torres-Cuevas. Hoy, el día en que ha fallecido, quiero dejar constancia de ello.

Conocí a Torres-Cuevas en el año 2002, momento en que preparó una serie de conferencias en la Colina Universitaria sobre el centenario de la República. Esto ocurrió incluso cuando en el país se pretendía desconocer la fecha y su trascendencia.

La primera vez que lo vi fue en la conferencia que dictó Ricardo Alarcón. Desde entonces estuve en contacto con él y recibí todo el apoyo posible en mi intención de limpiar la memoria de mi padre, Aureliano Sánchez Arango. Esta memoria ha sido distorsionada totalmente por la historia oficial en Cuba.

Me estimuló en esos propósitos, a pesar de que, al hacerlo, no concordaba con las versiones oficiales, defendidas por ignorantes, oportunistas y manipuladores.

En estos 23 años he aprendido mucho con él. Por su interés, pude contarle mi experiencia, desde la adolescencia, como combatiente en la lucha contra la dictadura de Batista. Le relaté muchos elementos más de las actitudes familiares, que abarcan una buena parte de la historia republicana, con personajes que fueron trascendentales en su momento.

Un interés como el mostrado por Torres-Cuevas, solo he encontrado en mi país en una entrevista que me hizo, hace años, Julio César Guanche sobre mi padre. Esta entrevista, la cual nunca ha salido a la luz, tiene en sus manos, si aún existe, Juan Pin Vilar. También encontré interés con el equipo de CubaxCuba Laboratorio de Pensamiento Cívico, especialmente a través de Aries Cañellas, que ha publicado varios textos y entrevistas mías.

En el exterior, he encontrado ese interés con Alberto Müller y con Salvat. Este último no fue quien imprimió mi libro ni lo editó. Sin embargo, sí lo presentó en su librería La Universal, de Miami, donde también estuvo a la venta.

Hoy, al leer en su panegírico todo el trabajo que desplegaba este historiador diariamente, entendí que solo un interés profesional muy honesto le puede haber dejado el tiempo para conocer y estimular mi trabajo sobre Papá. También escuchó acerca de todos aquellos acontecimientos que vinculan la vida de mi familia con la historia de los diferentes momentos de la República, a pesar de la poca importancia que puedo tener yo como personalidad.

Y aún más, viendo el respeto que hacía que Eusebio Leal lo considerara un maestro, me siento más que honrada con el afecto y el interés con el que, tanto él como su esposa me recibieron en su casa, como a una amiga. Lo hicieron para conversar sobre mis historias familiares, que por cierto, no son bien vistas. Esto ocurre en casi ningún caso, por los que mandan en el país.

Torres valoró la posibilidad de reeditar el texto de «Legislación Obrera» escrito por mi padre, del que había conseguido un ejemplar en malas condiciones. Tal vez eso hubiera sido demasiado, o la carga de trabajo que tenía se lo impidió.

Quiero dejar constancia del eterno agradecimiento, respeto y afecto que guardaré siempre por su persona, aunque no creo que falte mucho para que nos reencontremos.

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