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Historia de dolor y abandono en Matanzas

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En el barrio matancero de Pueblo Nuevo, una anciana ciega y su hijo, quien padece trastornos mentales, sobreviven únicamente gracias a lo poco que les pueden compartir algunos vecinos solidarios.

Viven en Calle San Vicente entre Las Mercedes y San Francisco.

La situación es tan crítica que, según relató la usuaria Dayana Silot, la última vez que los visitó los encontró casi desmayados del hambre.

Mientras las instituciones de seguridad social y los llamados trabajadores sociales brillan por su ausencia, estas personas sufren en carne propia la cruda realidad de un país que sobrevive al “sálvese quien pueda”, marcado por el abandono, la miseria, la escasez, la drogadicción y la criminalidad.

Vecinos como Dayana y su madre les brindan lo poco que pueden, pero la necesidad es mucho mayor.

Ella pide que, si alguien tiene comida que pueda compartir, recuerde que antes de botarla hay personas que realmente la necesitan.

Cientos de miles de ancianos viven en esa situación en Cuba. Casi siempre sin alimentos, sin dinero para unas medicinas que aparecen cada muy rara vez y con la esperanza perdida, que es lo peor de todo.

Muchos de ellos trabajaron toda su vida para el castrismo y una vez jubilados, o sin poder trabajar, fueron lanzados al olvido. Mientras, los ancianos de la cúspide viven rodeados de cuidados y con dinero de sobra.

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