Enter your email address below and subscribe to our newsletter

 La doble inseguridad: entre el delito y el Estado

Comparte esta noticia

Por Max Astudillo ()

La Habana.- El primer ministro de Cuba, Manuel Marrero Cruz, dice que la delincuencia baja. Es como si un médico, ante un paciente con fiebre de cuarenta grados, le dijera que la tendencia es buena porque ayer tenía cuarenta y dos.

El termómetro, en este caso, lo tiene el Observatorio Cubano de Auditoría Ciudadana, y marca 1.319 delitos en seis meses. Siete coma tres por día. Una estadística del horror que no es un frío número, sino la suma de miles de dramas: la nevera vacía, el miedo en la noche, la yegua que ya no está en el potrero, la mujer que no volvió a casa.

Los robos son el paisaje sonoro de la isla ahora. Cuatro al día. Roban comida, roban gallinas, roban esperanza. Roban porque el hambre es un arma y la necesidad un cómplice. Y en medio de ese jaleo, 63 asesinatos. Sesenta y tres vidas que se apagaron con la violencia como único testigo. Entre ellas, 16 feminicidios. Diez y seis mujeres para las que la frase «revolución» o «patria» ya no significan nada, solo el silencio final de quien fue asesinada por ser mujer.

Pero hay algo nuevo, o algo que ahora se ve con la luz de quien ya no puede esconderlo: 198 denuncias por tráfico de drogas. La Habana huele a marihuana,a kimiko y desesperación. Es el olor de un país que se descompone por todas partes, donde el narcotráfico echa raíces porque el Estado está demasiado ocupado mirando al enemigo equivocado. El enemigo, para ellos, no es el que vende droga o el que te apuñala por un móvil; el enemigo es el que piensa distinto.

La criminalidad solo se disfraza de orden

El Ministerio del Interior cubano tiene recursos, claro que sí. Tiene armas, tiene micrófonos, tiene ojos. Pero sus ojos no miran hacia el ciudadano que teme ser robado; miran hacia el ciudadano que osa criticar. Su prioridad no es detener al narcotraficante, sino detener la palabra.

El Minint no es la policía de un país; es la guardia pretoriana de una élite que se ha acostumbrado a vivir en paraísos fiscales mientras el pueblo vive en infiernos reales.

(Marrero miente con la tranquilidad de quien sabe que no habrá periodistas independientes que le rebatan en la televisión nacional. Los datos, sin embargo, gritan. Gritan que hay más armas, más violencia, más miedo. Que la gente ya no confía en que la policía la proteja, porque la policía está para otra cosa: para proteger al poder de la gente.

Al final, los cubanos viven en la trampa perfecta: la inseguridad de quien te puede robar en cualquier esquina y la inseguridad de quien te puede detener por quejarte de que te robaron. Es la doble inseguridad. El Estado no te cuida de los delincuentes; el Estado es, en el mejor de los casos, un espectador de lujo y, en el peor, otro delincuente más con uniforme y ley a su favor. La criminalidad no baja; se disfraza de orden y se pasea por La Habana como si fuera el dueño de todo. Y quizá lo sea.

Deja un comentario