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El hombre que quiso fabricar lluvia

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Por Datos Históricos

La Habana.- En 1922, Charles Hatfield fue fotografiado preparando su misterioso brebaje. Lo llamaba su “acelerador de la humedad”. Una mezcla secreta de 23 sustancias químicas que, según él, atraía las nubes y provocaba la lluvia. Su historia comienza mucho antes, cuando era apenas un vendedor de máquinas de coser en Kansas. Observando el vapor de la estufa de su madre, imaginó que los cielos podían obedecer a los hombres. Y dedicó su vida a probarlo.

En 1902, levantó con su hermano Paul las primeras torres de madera para liberar su mezcla al viento. Y ocurrió lo inesperado: llovió. Los ganaderos le pagaron agradecidos. Los agricultores, fascinados, lo recompensaron como si hubiera invocado un milagro. La prensa lo bautizó “hacedor de lluvia”. Los meteorólogos, en cambio, lo despreciaron: decían que sus lluvias eran puro azar, tormentas ya previstas disfrazadas de prodigio.

Pero la fama de Hatfield creció. Lo llamaban desde Los Ángeles, desde las minas de Klondike, desde donde hiciera falta. A veces funcionaba, a veces no. Su momento más recordado llegó en 1915, cuando San Diego le pidió que llenara la presa Morena. Él ofreció un trato: cuarenta pulgadas gratis y mil dólares por cada pulgada extra. Sin contrato escrito, solo un acuerdo de palabra.

En enero de 1916 levantó su torre, liberó el brebaje… y el cielo se desplomó. Llovió con furia bíblica. Se llenó la presa, pero las aguas también arrasaron con todo: puentes destruidos, casas hundidas, cultivos perdidos, barrios enteros bajo el agua. Hubo muertos. San Diego se negó a pagar. Para cobrar, Hatfield debía aceptar también la culpa por la catástrofe. Él se negó.

El caso llegó a los tribunales y, en 1938, los jueces dictaminaron la sentencia más irónica de todas: la lluvia era “acto de Dios”. Hatfield no fue culpable, pero tampoco recibió un centavo.

Su estrella se apagó con la Gran Depresión. Volvió a vender máquinas de coser. Su esposa lo abandonó. Murió en 1958, olvidado, con su fórmula enterrada junto a él.

Algunos dicen que no fue más que un lector astuto de pronósticos, un charlatán disfrazado de visionario. Otros creen que realmente domaba al cielo. Lo cierto es que Charles Hatfield, el hombre que quiso fabricar lluvia, terminó siendo arrasado por ella.

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