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Por Edi Libedinsky ()
En una fría mañana de noviembre de 2021, Jordan Hatmaker, de Virginia, se preparaba para lo que pensó que sería la aventura de su vida: una caída libre desde 4,115 metros de altura.
La emoción corría por sus venas mientras saltaba hacia el cielo abierto, con el vasto horizonte extendiéndose interminablemente ante ella.
Pero en cuestión de segundos, su emoción se convirtió en una pesadilla cuando su paracaídas principal se enredó alrededor de su pierna. La trampa la dejó en una espiral mortal que no podía controlar.
Desesperada, desplegó su paracaídas de reserva, solo para chocar con un desastre aún mayor. Ambos paracaídas tiraron en direcciones opuestas, creando un violento giro. Esto envió su cuerpo girando por el aire a una velocidad aterradora de casi 130 kilómetros por hora.
Se precipitó hacia la tierra, cada segundo amenazando con ser el último. Cuando finalmente golpeó el suelo, el impacto le destrozó la espalda, le fracturó la pierna y le aplastó el tobillo. Era el tipo de caída que nadie esperaba sobrevivir, sin embargo, milagrosamente, Jordan seguía viva.
Llevada de urgencia al hospital, soportó semanas de cirugías, recuperación y una agonizante rehabilitación.
Durante más de un mes, luchó entre el dolor y la perseverancia, sorprendiendo incluso a sus médicos con su resiliencia. Y luego, contra todo pronóstico, solo tres meses después del accidente, Jordan volvió a caminar.
Su supervivencia y recuperación se convirtieron en un poderoso símbolo de la determinación humana. Recordó al mundo que incluso al borde de la muerte, la fuerza, el coraje y la fe pueden llevarnos de regreso a la vida.