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Por Yosmany Mayeta Labrada
En la Avenida Martí, en Santiago de Cuba, vivieron momentos de horror tras un accidente que pudo terminar en tragedia. Un camión de gran dimensión, perteneciente a la Fábrica de cemento, arrastró a un motorista y a su acompañante por varios metros, hasta que la motocicleta y sus dos pasajeros quedaron atrapados debajo de la rastra.
Los testigos no dudan: el chofer del camión estaba distraído con el teléfono, y solo reaccionó cuando personas en la vía le gritaron desesperadas que llevaba un motor y dos seres humanos bajo el vehículo. La escena fue descrita como “catastrófica”, pero, milagrosamente, los dos ocupantes del motor sobrevivieron.
Las consecuencias, sin embargo, fueron graves. Los lesionados presentan quemaduras extensas por fricción en la piel y heridas profundas, una de ellas en la pierna, que requirió múltiples puntos de sutura. “Gracias a Dios están con vida”, repiten los testigos, mientras muestran indignación por la magnitud del hecho. La motocicleta quedó totalmente desbaratada.
Lejos de enfocarse en la recuperación de la víctima, el tratamiento de las autoridades ha sido inhumano y parcializado. El motorista, aún con las heridas abiertas, fue retenido hasta altas horas de la noche en la Estación Policial de Micro 9 para declarar, sin poder descansar ni recibir la atención médica debida.
Como si fuera poco, a la escena se presentó la jefa de transporte de la fábrica de cemento, no para solidarizarse con la víctima, sino para respaldar al camionero. Esta postura alimenta la sospecha de un intento de encubrimiento en favor del trabajador de la empresa estatal, a costa de la salud y la verdad de los afectados.
La familia del motorista denuncia que se pretende “hacer lo que dé la gana” solo porque detrás del responsable hay intereses de una empresa estatal. Exigen que se respete el testimonio de los testigos, que se garantice un proceso transparente e imparcial, y que no se minimice lo ocurrido.
“Mi papá es la víctima, no el culpable. Tiene una pierna cosida, quemaduras por todo el cuerpo y aún así lo obligan a estar sentado declarando como si él hubiera hecho algo malo”, expresaron sus familiares.
Este caso no puede quedar en el silencio ni mucho menos en la impunidad. La justicia no puede tener dueños ni padrinos: la vida y la dignidad de un ciudadano valen más que el respaldo de cualquier jefe o empresa.