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Por Yoyo Malagón ()
Madrid.- El Mallorca y el Barcelona abrieron la liga con un partido que, como siempre, dejó más dudas que goles. Lo importante no era el resultado, sino comprobar si el VAR y el árbitro habían actualizado correctamente el software de ayuda al Barcelona. Porque, claro, todos sabemos que la temporada pasada el sistema tuvo algunos bugs, pero esta vez parece que todo funciona a la perfección.
Raphinha, por ejemplo, pudo haberse ido expulsado por una entrada que, si la hace un jugador del Mallorca, le sacan tarjeta roja, foto en el periódico al día siguiente y expediente académico.Sin embargo, como es del Barça, hubo que revisar si realmente era falta, si el balón estaba en juego, si el árbitro había desayunado bien… Al final, amarilla y a correr.
Lo bonito de este partido fue ver cómo el nuevo sistema de Asistencia Arbitral Culé (AAC) se estrenaba con nota. No es que los árbitros ayuden al Barcelona, es que simplemente entienden el fútbol de otra manera. Una falta en el área del Mallorca es contacto, una en el área del Barça es penalti clamorosísimo. Es cuestión de sensibilidad, de cultura, de saber que hay equipos que nacieron para sufrir y otros para que les sufran. Y el Mallorca, pobrecito, no tiene el carnet de víctima histórica.
Raphinha, el hombre que podría haber visto roja, acabó siendo protagonista por otras cosas. Es lo que tiene jugar en un equipo donde hasta las tarjetas son flexibles. Si esto hubiera sido un partido de Champions, seguro que algún árbitro europeo malvado le sacaba roja sin pestañear, pero aquí somos más de dejarlo fluir, sobre todo cuando el que fluye es un jugador del Barça. Al final, lo importante es que el espectáculo no se arruine, y una expulsión temprana siempre estropea el guion.
El VAR, ese gran invento que iba a acabar con las injusticias, confirmó que todo sigue igual. No es que no funcione, es que funciona a voluntad. Si hay que parar el partido dos minutos para ver si un jugador del Barça ha sido rozado por una brisa en el área, se para. Si un rival hace lo mismo, play on, que el fútbol es de los valientes.
Lo curioso es que cada temporada empieza igual: con la sensación de que, por arte de magia, los árbitros han leído el mismo manual. Y el manual, curiosamente, siempre tiene la misma portada.
El Mallorca, que es un equipo de bien, se quedó con la misma cara que todos los que juegan contra el Barça cuando las decisiones arbitrales empiezan a torcerse: una mezcla de resignación y «en qué momento nos metimos en esta liga».
No es que el Barcelona no merezca ganar, es que a veces parece que juega con doce. Y el duodécimo, aunque no lleve dorsal, es el más constante.
En fin, primera jornada y primer aviso: el fútbol español sigue siendo un lugar donde las reglas son más bien sugerencias, y donde algunos equipos tienen derecho a interpretación flexible.
El Barça, como siempre, estrenó su asistencia arbitral particular. Y Raphinha, que podría estar viendo el próximo partido desde casa, seguirá corriendo por el banderín. Todo en orden. Hasta la próxima ayuda.