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Por Oscar Durán
La Habana.- El necrotrovador Raúl Torres ha vuelto a abrir la tumba de la inspiración oficialista para sacarnos otra canción dedicada a Fidel Castro. Esta vez se titula “Soy por Fidel”, y la estrenó este 13 de agosto, como quien deja flores marchitas en un mausoleo olvidado.
Ni la radio, ni la televisión: sabe que su música ya no levanta ni a un comité de base, así que se refugia en la red social donde todavía tiene cuatro o cinco incondicionales que le escriben “¡Bravo, maestro!”.
La joya poética que nos regala suelta perlas como “qué falta nos haces, papá”. Una frase que suena más a berrinche de hijo mantenido que a homenaje a un líder. El tono es tan fúnebre que uno se pregunta si Torres compone con guitarra o con una pala en el cementerio. Es una necrobalada de manual: repetir el mito, llorar sobre él y, de paso, cobrar algún viajecito cultural cortesía del Ministerio de Cultura.
No es su primera misa cantada. Antes tuvimos “Cabalgando con Fidel” y “El regreso del amigo” para Chávez. Si esto sigue así, pronto hará un Unplugged con las grandes muertes de la Revolución, en formato karaoke para actos políticos. Torres no escribe canciones: hace ofrendas sonoras para el altar del Partido, con la fe ciega de quien sabe que el cheque llega puntual aunque el pueblo no tenga pan.
Lo mejor de todo es que el tema aparece mientras Cuba se cae a pedazos. Apagones kilométricos, hambre, colas interminables… pero ahí está Raúl, cantando que “por Fidel” todo vale. A este paso, su próximo lanzamiento será un bolero dedicado al apagón de las ocho o una guajira para celebrar la subida del dólar a 500 pesos. El hombre está convencido de que el país se arregla con acordes menores y versos de consigna.
Por lo pronto, Torres ya abraza con orgullo el apodo de “necrotrovador”. Es un título ganado a pulso: cada vez que muere un caudillo, él afina la guitarra y afila la lágrima. Es como esos fotógrafos de funeraria que siempre están listos para inmortalizar el momento, aunque aquí la instantánea se llama Spotify y dura poco menos de tres minutos. Y todavía se queja de que el Museo de la Música no le dedica un espacio. No es maldad, Raúl: es que todavía no han abierto la sala de los intérpretes de difuntos.
“Soy por Fidel” es, en resumen, otra postal sonora de un país detenido en su propio velorio. Una melodía que pretende revivir al muerto pero solo consigue recordarnos que el difunto nunca se fue del todo.
Raúl Torres seguirá cantando a los fantasmas porque, mientras haya un micrófono y un público dispuesto a aplaudir, siempre habrá un trovador dispuesto a facturarle a la nostalgia. Lo triste es que, en Cuba, esa nostalgia se paga con la comida que falta en la mesa.