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Sed en Cuba: cuando el grifo seco es la peor mentira del régimen

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Por Patxi Morales ()

Santa Clara.- En Cuba no solo falta la luz, la comida y la dignidad. Falta el agua, ese elemento que ni los discursos más inflamados pueden inventar. Isabela de Sagua lo gritó ayer con sus tanques vacíos cerrando calles, con esa rabia seca que solo nace cuando ves pasar las pipas del gobierno rumbo a ningún barrio popular.

La escena es surrealista: ciudadanos bloqueando una calle con recipientes vacíos, como si fueran los últimos supervivientes de una guerra que nadie declaró pero todos padecen. Y mientras, el cielo hizo el gesto más cruel: tronó, se encapotó, pero no dejó caer ni una gota. Como el gobierno: mucho ruido y nada de lluvia .

El guion se repite en todo el país: reuniones de emergencia en cines abandonados, promesas de «mejor control» en el reparto, funcionarios que juran que esta vez sí será diferente. Pero en Isabela, como en La Habana, como en Santiago, los grifos siguen escupiendo aire.

El chiste macabro es que Cuba está rodeada de mar, pero el agua potable es más esquiva que una respuesta honesta de un ministro. Las tuberías tienen más años que el propio régimen, y se notan: son como las promesas de Díaz-Canel, llenas de agujeros por donde se escapa lo poco que llega .

Lo de Isabela de Sagua es síntoma terminal

Lo de Isabela no es una protesta, es un síntoma terminal. Cuando la gente pierde el miedo a salir a la calle por un par de zapatos Converse o por un celular, algo se rompe. Pero cuando bloquean vías porque no tienen ni agua para beber, estamos ante el colapso absoluto del contrato social.

El régimen les vendió una revolución hidráulica, pero lo único que construyó fueron discursos y excusas.

El detalle más cruel es ese «mejor control» que prometieron en el cine del pueblo. Como si el problema fuera la distribución y no el hecho de que no hay agua que distribuir. Como si después de 65 años, la solución fuera otra reunión, otro informe, otro comité. Mientras, en las casas, las cubetas vacías son el monumento más honesto a este desastre: muestran lo que Cuba realmente es, no lo que dice ser. Y en los hospitales, los médicos (los que quedan) deben elegir entre lavarse las manos o dejar que un paciente beba .

La gente de Isabela sabe que mañana las pipas no llegarán, que las promesas se las llevará el viento como esa turbonada que nunca termina de llegar. Pero también saben algo peor: que en este país, la sed no es prioridad. Prioridad es mantener la farsa, el espectáculo, la mentira de que todo está bajo control. Por eso no verán este hecho en el Noticiero Nacional, ni en Granma, ni en las declaraciones de ese ministro de Recursos Hidráulicos que parece un actor malo de telenovela .

Al final, Cuba se ahoga en silencio. No en el mar que la rodea, sino en la incompetencia que la gobierna. Cuando hasta el agua se convierte en privilegio, ya no hay revolución que valga. Solo queda la sed, la rabia y esos tanques vacíos que, como los discursos oficiales, no contienen nada .

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