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Por Max Astudillo ()

La Habana.- Díaz-Canel, en su gira por Ciego de Ávila para este 26 de julio, volvió a sacar del baúl de los recuerdos aquella frase gastada de «perfeccionar el socialismo».

Uno se pregunta: ¿qué más queda por perfeccionar en Cuba? ¿La represión, que ya es tan fina como un bisturí? ¿El cinismo, que alcanza niveles de arte barroco cada vez que un ministro habla de «logros económicos»? ¿O la pobreza, que han logrado distribuir con una equidad envidiable, pues ya nadie escapa de ella, ni siquiera los que reparten los discursos sobre la prosperidad?

El presidente habla de «perfeccionamiento» como si Cuba fuera un reloj suizo y no un despertador oxidado que lleva décadas dando la misma hora equivocada.

¿Acaso perfeccionarán los apagones, para que duren exactamente 12 horas diarias en lugar de las imprecisas 10 de ahora? ¿O las colas para comprar pollo, para que los cubanos puedan entrenar mejor la paciencia olímpica que ya llevan años practicando?

Lo único que han perfeccionado hasta ahora es el arte de culpar al embargo por todo, desde la falta de medicinas hasta el mal tiempo.

El espectáculo de la miseria

Habría que preguntarle a Díaz-Canel qué entiende por «revolución perfeccionada». ¿Será acaso una donde los hospitales sigan sin aspirinas pero los discursos duren exactamente 47 minutos, ni uno más ni uno menos? ¿O una donde los niños sigan naciendo en medio de apagones, pero al menos los comités del Partido tengan WiFi de alta velocidad para twittear consignas?

El socialismo cubano ya es perfecto en una cosa: en su capacidad para convertir la miseria en espectáculo y la resistencia en delito.

Lo más gracioso es que, mientras el mandatario habla de «mejoras», los únicos sectores que muestran un crecimiento sostenido son la Seguridad del Estado y el Ministerio del Interior. Ahí sí que hay eficiencia: cámaras de vigilancia nuevas, equipos de espionaje de última generación y una burocracia represiva que no deja escapar ni un solo «¡Abajo el comunismo!» en medio de una cola. Eso sí que está perfeccionado: el manual para perseguir, el protocolo para censurar, el algoritmo para detectar disidentes en redes sociales.

Perfeccionen la farsa y la doble moral

Quizás lo que Díaz-Canel quiere decir es que van a perfeccionar el arte de gobernar para nadie. Porque en Cuba ya no gobiernan para los ancianos que revenden sus medicamentos, ni para las madres que hacen malabares para darle un plato de comida a sus hijos, ni para los jóvenes que se lanzan hacia cualquier lugar.

Gobiernan para una élite que sigue viajando en Hyundai blindados mientras el pueblo se transporta en carretas tiradas por caballos. Eso sí es perfección: la de un sistema que solo funciona para quienes lo administran.

Así que sí, señor presidente: sigan perfeccionando. Perfeccionen la farsa, el control, la doble moral. Pero no se molesten en llamarlo socialismo, porque ni el loco de Carlos Marx ni el asesino Che Guevara firmarían este desastre.

Llámenlo como es: una cleptocracia con bandera, donde lo único que brilla es el cinismo de sus gobernantes. El pueblo ya lo sabe, aunque a ustedes les duela admitirlo.

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