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Martí frente al socialismo: la verdad secuestrada

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Por Jorge L Leon (historiador e investigador)

Pocos legados han sido tan violentamente manipulados como el de José Martí. Convertido por el régimen cubano en símbolo de su discurso, se ha intentado fundir su pensamiento con una ideología que él nunca profesó.

Pero Martí no fue un ideólogo de laboratorio ni un entusiasta del colectivismo. Fue un hombre profundamente humano que conoció las grandezas y miserias del alma, y advirtió con agudeza que todo proyecto social que desconozca la dignidad individual está condenado al fracaso. Esta es una invitación a redescubrirlo sin las cadenas de la propaganda.

¿Fue Martí socialista?

El régimen cubano, ávido de legitimarse en figuras de talla moral indiscutible, ha cometido uno de los fraudes intelectuales más cínicos de la historia política de América: presentar a José Martí como un precursor del socialismo.

La repetición constante de este mito en los medios oficialistas, la educación ideologizada y los discursos del Partido Comunista ha servido para envolver el totalitarismo en un manto de falsa continuidad martiana. Pero esta apropiación ideológica no resiste el más mínimo análisis serio.

Martí fue un defensor del hombre libre. Su pensamiento giraba en torno a la dignidad humana, la autonomía individual y el respeto a la diversidad social. Jamás propuso la estatización absoluta, ni la negación de la propiedad privada, ni la eliminación del pluralismo político.

Martí habló de justicia social, sí, como lo haría cualquier pensador sensible, pero nunca desde los moldes dogmáticos que luego impondría el socialismo marxista-leninista. Para él, el equilibrio entre los derechos individuales y el bien común debía construirse desde la ética, no desde el control.

En su crítica a Herbert Spencer, Martí condena el egoísmo liberal extremo, pero no por eso abraza el socialismo autoritario. Por el contrario, en su artículo El Socialismo y el Hombre, publicado en La Nación de Buenos Aires en 1884, expresa con claridad su temor a los sistemas que sacrifican al individuo por un ideal colectivo:
“Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confundidas y incompletas, y el de la soberbia y rabia de los ambiciosos, que para subir en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados.”

¿Puede alguien que advierte así los peligros del socialismo ser usado como su paladín?

Martí sabía que los pueblos oprimidos no necesitaban más amos, sino instituciones que les permitieran ejercer su soberanía. Por eso luchó contra la monarquía española, pero jamás propuso un modelo de partido único, censura oficial o vigilancia ideológica. Su ideal de república estaba impregnado de libertad, cultura y participación ciudadana, no de consignas ni de imposiciones.

Tampoco hay que olvidar su admiración por los valores republicanos estadounidenses (aunque con matices críticos), su visión de un hombre nuevo forjado en la educación y no en el adoctrinamiento, y su rechazo visceral a toda forma de tiranía, viniera de donde viniera.

La dictadura cubana ha pretendido que Martí les pertenece. Pero no, Martí no es de ellos. Martí es de Cuba, de la Cuba libre, plural y democrática que aún soñamos.

Conclusión

Quisieron vestir al Apóstol con ropajes ajenos, torcer su pluma y silenciar su esencia. Pero Martí no cabe en las cárceles del dogma. Su ideario no marchaba en batallones de obediencia ciega ni gritaba consignas vacías. Martí fue verbo libre, pensamiento sin mordaza, llama que no pacta con la oscuridad.
Hoy, desde las ruinas morales de un sistema que ha traicionado su nombre, volvemos a él no como símbolo prestado, sino como voz verdadera de la república que aún nos deben.

Porque Martí no fue socialista. Fue, por sobre todo, profundamente libre. Y su pensamiento sigue siendo una advertencia viva contra las falsas utopías que, desconociendo el alma humana, terminan por aplastarla.

Epígrafe final

“La libertad no es hija del orden ni del desorden, sino de la conciencia.”
Albert Camus

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