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Por René Fidel González ()

Santiago de Cuba.- Las violaciones de derechos y libertades cometidas por autoridades y sus agentes dentro de instituciones públicas son responsabilidad del Gobierno. En Cuba también.

En tal sentido, las personas que dentro de ellas son objeto de cualquier acción u omisión que menoscabe su dignidad e integridad física y psicológica, degrade su condición de ciudadano o vulnere y desactive en el perjuicio de ellas las condiciones necesarias para el acatamiento de la obligación estatal de dar cumplimiento de la Constitución y las leyes, son por definición víctimas de actos de Gobierno, mientras este no investigue, esclarezca, castigue y repudie tales violaciones. En Cuba también.

La impunidad – en todas sus formas y alcances – no es solo la garantía fundamental que se exige y se intenta proporcionar siempre a la violencia por la corrupción política, es sobre todo su coartada. En Cuba también.

Las sociedades que experimentan procesos que entronizan la corrupción política durante demasiado tiempo, inevitablemente entran en un curso de declive ético.

A menudo ese declive ético es un aspecto lateral e inherente al empobrecimiento profesional y el desconocimiento, la simplificación y el carácter cada vez más primario, rudimentario y poco eficiente que adquieren los medios para conseguir en ella los fines sociales, económicos y políticos.

El declive ético es siempre un síntoma de la decadencia. En Cuba también.

No escribo de la golpiza y las amenazas recibidas por Jorge Fernández Era de los que sabemos no nos protegen a nosotros. Lo haré luego.

He estado y estaré siempre del lado de las víctimas, sean quienes sean, piensen como piensen.

Por eso escribo ahora, meditando en lo que crees que es mentira, en lo que justificas en privado y en lo que no puedes decir es correcto, ni decente, ni deseable para ti o los tuyos. También, desde luego, en el miedo tuyo, que aún prevalece al asco y el bochorno de lo inadmisible.

Lo que defiendes es ese equilibrio.

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