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Por Mauricio de Miranda ()

CAli.- La decisión de última hora de la Asamblea Nacional de Cuba (yo no le digo del Poder Popular porque no lo es) de eliminar la restricción de la edad de 60 años para acceder a la presidencia de la República demuestra hasta qué punto en Cuba las cosas ocurren solo cuando a ellos -los que mandan- les da la gana.

Cuando se hicieron los debates sobre el proyecto de Constitución de 2019, una cantidad considerable de opiniones de los participantes en dichas asambleas manifestaron su oposición a que se estableciera una edad límite de 60 años para acceder a la presidencia. Yo no pude participar en ellos ni tampoco votar porque, al vivir fuera de Cuba, soy ciudadano de segunda, también manifesté mi desacuerdo con dicha restricción.

Si existiera alguna debería ser mucho más (¿80 años quizás?) especialmente ahora que cada vez más se aumentan las edades de jubilación. Además, es clarísimo que en las actuales condiciones de vida, 60 años es una edad en la que aun estamos con capacidades profesionales. Si se dispone de buena salud física y mental, no debería existir limitación alguna para ejercer responsabilidades ejecutivas.

La ‘elección’ del presidente

El punto aquí es que cuando el pueblo insistió en ello por lógica, no lo tomaron en cuenta. Y ahora, cuando se enfrentan a una escasez de posibles sustitutos de Díaz Canel (si no suprimen también la actual restricción de dos períodos) con menos de 60 años, entonces lo hacen. Además, claro, tenía que aparecer la nota de que en «aquellas condiciones» (hace solo seis años) era correcto. No, no era correcto. Nunca lo fue.

Tampoco consideraron, en aquella ocasión, las opiniones del pueblo sobre la elección directa del presidente y el vicepresidente de la República. Este sí que es un problema mayor. Cuba es EL ÚNICO PAÍS LATINOAMERICANO donde los electores no tienen derecho a elegir al presidente del país. Esto impide que el presidente rinda cuentas al pueblo.

De más está decir que al presidente de Cuba no lo elige nadie porque los diputados lo único que hacen es ratificar o no lo que una «comisión» ha decidido antes. Sabemos que esa comisión hace lo que quienes de verdad mandan deciden. Además, como los diputados también son designados a dedo -aunque después haya una puesta en escena de elección que no lo es-, tampoco se atreven a no ratificarlos; por ahí aparecen uno o dos votos discordantes.

Hay cosas más importantes

Ahora bien, sugiero no desgastarnos en el hecho de esta «reforma» constitucional sino en cosas mucho más importantes como las siguientes:

Es esencial que el presidente, vicepresidente, gobernadores y vicegobernadores; y, tal vez, intendentes, aunque prefiero alcaldes que estaba más en nuestra tradición republicana, sean elegidos directamente por el pueblo entre varias alternativas. Basta ya de candidaturas únicas puestas a dedo.

Es fundamental que los diputados a la Asamblea Nacional sean elegidos en circunscripciones uninominales con más de una candidatura. Además, que haya nominación libre de dichos candidatos por grupos de ciudadanos, partidos y movimientos políticos libremente constituidos. Esto garantizaría que nadie sea excluido por las «comisiones de candidaturas» que vetan a los candidatos «indeseables».

Es necesario realizar una Reforma a la Constitución para eliminar el monopolio del poder constituyente de la Asamblea Nacional. Este poder debería transferirse al pueblo. Las reformas a la constitución debe ser aprobadas por referéndum y que sea posible que una Asamblea Constituyente, elegida democráticamente, tenga la única facultad para elaborar una nueva constitución. Igualmente, que el pueblo, mediante los mecanismos que establece la actual por recolección de firmas, pueda exigir la convocatoria a una asamblea constituyente. La actual Asamblea Nacional no debería poder desconocer la voz del pueblo, que es el verdadero soberano, según la constitución.

También es importante…

El presidente, el vicepresidente, los miembros del gobierno, y quienes desempeñen funciones ejecutivas en los gobiernos provinciales y municipales podrían ser miembros de la Asamblea Nacional. En el caso de que algún diputado sea designado o elegido para esas funciones con posterioridad, debería dejar su escaño.

La Asamblea Nacional debería ser mucho más pequeña y profesional. Esto permitiría que los diputados dediquen a esa función todas sus energías y desempeñen una verdadera labor legislativa. Así, la Asamblea se convertiría en un órgano permanente. Como resultado, no haría falta un «Consejo de Estado».

Esperaría que una nueva constitución de una verdadera República elimine los artículos que actualmente encadenan a las nuevas y futuras generaciones a un sistema «socialista» que no es tal. Así como eliminar el que otorga al Partido Comunista la condición de fuerza dirigente superior de la sociedad. Este partido efectivamente no ha demostrado ser la vanguardia que dice ser.

    Finalmente, el tema no va de edades, sino de capacidades; de compromiso con el pueblo y no con una ideología. Es fundamental que haya verdadera vocación de servicio. Nunca se debe ordenar a una parte del pueblo enfrentar a la otra.

    Patria es ara, no pedestal.

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