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Por Datos Históricos
La Habana.- “Si te casas con ese hombre, nunca volverás a poner un pie en esta casa”, le dijo su padre. El motivo: era negro.
Mary sabía que el precio del amor sería la soledad, la exclusión, el rechazo de los suyos. Pero también sabía que ese hombre, Jake, era su hogar. Y lo eligió.
Los primeros años en Birmingham fueron una prueba brutal. Nadie les hablaba. Nadie les alquilaba. Nadie les ofrecía ayuda. No tenían dinero ni aliados, y en la calle eran señalados como una ofensa viviente. Un matrimonio interracial en el sur de Estados Unidos. Un pecado imperdonable para la época.
Pero resistieron. Mary, con fuerza tranquila, encontró empleo como profesora. Jake trabajó en una fábrica y luego en Correos. Y aunque muchos le daban la espalda, otros se fueron acercando poco a poco.
A veces, antes de invitar a alguien a su casa, Mary advertía con delicadeza: “Mi esposo es negro”. Algunos no volvieron a hablarle jamás. A otros, el corazón se les abrió.
Pasaron los años. Cambiaron los tiempos. Y aquel amor, imposible para tantos, floreció durante décadas. Celebraron juntos su cumpleaños número 70, tomados de la mano, aún enamorados, aún firmes, sin arrepentirse nunca de haberse elegido.
Contra todo. Contra todos. Y venciendo.