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11J: El día que Cuba rompió el miedo y el castrismo perdió el control

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Por Joel Fonte ()

La Habana.- El 11 de julio de 2021 marcó el inicio de la última etapa de la dictadura castrista. Esta etapa señala su caída definitiva cada vez más próxima.

Los procesos históricos no se pueden comprender con lucidez plena sino desde la distancia de los años. Esa distancia aumenta la perspectiva. Así, la dictadura cruel y asesina -pero con rasgos populistas que todavía caracterizaban al castrismo hasta que Fidel Castro le pasó el poder a su hermano-, aquella forma totalitaria de control social que se disfrazaba pobremente de amigable empleando manipuladoramente y de modo selectivo los recursos del Estado (es decir, los del pueblo) para comprar voluntades con migajas y seducir a la masa más ingenua prolongando su miseria, comenzó una transición hacia una etapa de abandono de ese populismo.

Con el poder ejercido directamente por el menor de los Castro, se fueron recortando cada vez más esas políticas de tenue asistencialismo social. Este proceso se aceleró notablemente desde que instaló formalmente en el poder a figuras más jóvenes pero totalmente subordinadas a Raúl Castro. Estas figuras no tienen capacidad alguna de decisión autónoma.

El castrismo empezó así a mostrar su rostro más despiadado. Hubo un completo abandono a su suerte de millones de personas que se vieron aún más vulnerables. Estas personas quedaron más expuestas al hambre y a toda clase de privaciones. Esta situación se agravó durante la crisis generada por la COVID-19. La pandemia mostró nuevamente y al desnudo la incapacidad económica y administrativa de la dictadura para dirigir el país.

El 11 de julio

En ese contexto, con los Castro apretando cada vez más desde las sombras la tolerancia del pueblo, se puso a prueba su capacidad para soportar injusticia tras injusticia. Llegó ese día histórico: el 11 de julio. Los cubanos pudimos ver entonces, por primera vez y junto al mundo entero (que se hizo eco de las mayores protestas populares desde 1959), la debilidad de la dictadura. Además, vimos su incapacidad para dar una respuesta pacífica a los reclamos de millones de personas que solo pedían vivir, pedían libertad.

También vimos el lado más fiero, atroz y violento de este régimen. Pusieron maderos en las manos de miles de jóvenes y los lanzaron a las calles para golpear a padres, hermanos, madres, hijos y abuelos… solo por gritar su hambre, su desesperación, su dolor. Vimos al desnudo, como pocas veces antes y nunca de manera tan generalizada, la violencia ejercida desde ese apellido tan aborrecido por millones de cubanos. Era violencia contra todo el que representara el más mínimo riesgo para sus privilegios de poder.

Desde ese día, cientos de miles de cubanos se han sumado a la larga lista de quienes han abandonado la obediencia ciega, la ignorancia política y la credulidad ingenua. Cada uno de estos hombres y mujeres representa una grieta que crece y debilita los ya quebrados pilares de la dictadura. Esto conduce inevitablemente, con el esfuerzo y sacrificio de muchos, a su colapso definitivo.

Ellos, los enemigos de nuestra libertad, lo saben… y por eso temen. Saben que la emigración de más de un millón de cubanos es una amenaza. También lo son la tragedia que atenaza nuestras vidas, la frustración generalizada, la mirada de hambrientos hacia los estómagos llenos de la élite, y el dolor de las madres con hijos presos. Todo esto es una cuenta regresiva que los amenaza.

¡No más dictadura en Cuba! ¡Basta de tolerar injusticias! ¡No más temor!

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