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Lo de la Cristash no es tan importante

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Por Marianela Martín ()

La Habana.- Que me disculpen algunos compañeros y amigos, pero lo de la Cristash no es ni por asomo una de las batallas ideológicas más importantes de Cuba.

Al contrario de lo que repiten los ideólogos de la «guerra cultural». Estos piensan que la espiritualidad de los pueblos se puede modificar con técnicas comunicacionales. Consideran que casi todo se trata de quién tiene el altavoz más grande y logra llegar más hondo. Sin embargo, la ideología no ha funcionado así ni en la era de redes digitales ni tampoco antes de ella.

Hoy y siempre, la batalla más importante para cualquier ideología es ser hegemónica. Este tipo de ideología pretende hacerse sentido común y de vida en una sociedad cualquiera. La importancia radica en cuánto esa ideología sirve a la gente para vivir efectivamente su vida. Permite satisfacer sus necesidades y orientarse en el mundo. En suma, busca garantizar la reproducción de un orden social. Este orden no se reproduce solo en las cabecitas de las personas. También se refleja en otras partes de sus cuerpos.

Si hablamos de Cuba (revolucionaria), la batalla ideológica central es la dura realidad. En Cuba, la mayoría de la gente no puede vivir la Revolución de forma coherente y plena. Quien viva los valores y el proyecto de vida individual que la Revolución propuso encontrará la miseria material. Además, muy probablemente experimentará la mezquindad política por parte de la sociedad. Esta sociedad es el resultado de todo lo que nos ha pasado y nos han hecho en los últimos veinte años.

Que vivir en la Revolución, acorde a sus valores y en función de sus proyectos, sea un privilegio. Este privilegio queda para aquellos que a veces he llamado «la buena sociedad revolucionaria.» Ellos son compañeros que ocupan puestos que les garantizan todo. Además, mediante amigos, familia, contactos, tienen la «suerte» de ganar sus dólares o sus suficientes pesitos trabajando para la Revolución. Solo ellos pueden en Cuba «vivir la Revolución» sin enfrentar la miseria. A mí me parece más lesivo a lo que el proyecto de la Revolución ha significado para Cuba. También es más lesivo a la memoria de Fidel que a Sandro.

La vida no se nos va en lo que haga el nieto neurodivergente de Fidel Castro. El problema está en la lección ideológica que está dando a la nación y al mundo. Es preocupante que los que acompañaron a Fidel Castro a construir este país vivan una vejez miserable. Mientras que el premio social es, en muchos casos, para oportunistas y camajanes. Ellos nunca creyeron en nada más que en su propio beneficio.

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