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Cuando la tierra borra los nombres

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En 2006, la tierra de Bélgica susurró una historia que el tiempo creyó haber sepultado.

Durante unas excavaciones en Polygon Wood, un campo de batalla de la Primera Guerra Mundial, se encontraron los restos de cinco soldados. Pero uno de ellos llamó la atención de inmediato: estaba cuidadosamente envuelto, con los brazos cruzados sobre el pecho. No era casualidad. Era un entierro hecho con amor.

Llamaron al arqueólogo de campos de batalla Johan Vanderwalle. La investigación identificó al soldado: Jack Hunter, joven australiano de Nueva Gales del Sur. Y entonces emergió una historia que dolía más que las balas.

Quien lo enterró fue su propio hermano, Jim. Ambos habían luchado juntos. Cuando Jack cayó, Jim cavó con sus propias manos. Se negó a que la guerra también le robara la dignidad.

Años más tarde, en 1919, Jim regresó al lugar para buscarlo, pero la tumba improvisada se había perdido. Hasta que, casi 90 años después, la tierra habló.

Conmovido por esa fidelidad, Johan y un grupo de amigos crearon el Proyecto Hermanos de Armas. Inspirados por fotos antiguas, mandaron a esculpir una obra que lo dijera todo: Jim cargando a Jack en sus brazos.

Costó 160.000 euros, 800 kilos de bronce y toneladas de emoción.

La escultura se inauguró el 25 de septiembre de 2022, 105 años después de la batalla. Hoy se alza junto al Café Taverne de Dreve, en Zonnebeke, y custodia un pequeño museo donde no hay fechas, sino historias: cascos destrozados, proyectiles deformes y dos anillos entrelazados forjados con casquillos de bala, símbolo de un vínculo inquebrantable.

Porque a veces la guerra borra los nombres.
Pero el amor los vuelve a escribir…
en bronce, en tierra y en eternidad.

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