
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Datos Históricos
La Habana.- En Königsberg, había un hombre cuyo andar marcaba el ritmo de toda la ciudad. Immanuel Kant, filósofo de la razón y la ética, fue también un símbolo de la más estricta disciplina.
Desde 1783 hasta su muerte en 1804, vivió bajo una rutina tan precisa que los vecinos ajustaban sus relojes al verlo pasar.
Cada día, Kant se levantaba a las 5:00 en punto. Tomaba una taza de té, fumaba su pipa, y a las siete ya estaba impartiendo clases en la universidad.
A las 11 en punto, regresaba a casa y escribía hasta la una. Luego venía el almuerzo, siempre frugal. Y tras eso, su paseo diario. Siempre al mismo ritmo. Siempre por la misma calle. Tan exacto, que se decía que el tiempo mismo se acomodaba a su paso.
Por la tarde, escribía un poco más, disfrutaba otra pipa, una copa de vino, y cenaba a las 20:00 en punto. A las 22:15, se apagaban las luces. Kant dormía en completa oscuridad, como si el pensamiento exigiera también su descanso.
No escribió sobre el alma sin antes haberse observado a sí mismo como un reloj.
Kant no solo pensaba con método. Vivía como uno.