
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Redacción Nacional
La Habana.- En Cuba hay muchas formas de desaparecer. Una de ellas -la más elegante- es no anunciar tu salida y dejar que otro te sustituya sin que nadie diga una palabra. Así, sin pompas ni explicaciones, Mayra Arevich Marín pasó de ser ministra de Comunicaciones a convertirse en un fantasma institucional.
La mujer, que hasta hace nada defendía el tarifazo de Etecsa, de pronto se desvaneció de la Mesa Redonda, de la agenda pública, y fue reemplazada por un “interino” que llegó sin preguntar y se sentó en la silla como si nada.
¿Dónde está la ministra? Nadie sabe. ¿Quién la destituyó? Nadie responde. ¿Fue por incapacidad, enfermedad, traición, diferencias con el buró político, cansancio espiritual o por no llevarle el café a Canel? Misterio. En el noticiero, ni una mención. En los periódicos oficiales, ni una línea. Y en la web del Ministerio, todavía aparece su nombre como si estuviera escribiendo algún decreto desde una oficina con aire acondicionado.
Es el típico estilo cubano de gobernar: haces como que gobiernas, haces como que informas, haces como que todo sigue igual, mientras los cambios se dan por inercia, sin asumir consecuencias. Nos han acostumbrado al secretismo, al apagón informativo, al “no te toca saber”. Aquí se cambia un ministro como se cambia el pan de la bodega: sin anuncio, sin calidad y sin esperanza de mejora.
Ernesto Rodríguez Hernández, el flamante interino, fue presentado sin credenciales, sin trayectoria pública conocida y sin una pizca de legitimidad. Como buen cuadro del sistema, se limitó a repetir el guion: inversiones, sostenibilidad, conectividad, el mismo copy-paste de siempre, esa jerga hueca con la que la dictadura intenta disfrazar su ruina digital.
No es que uno esperara una democracia parlamentaria, pero por lo menos merecíamos una nota de prensa. ¿Tanto cuesta decir por qué salió la ministra? ¿Acaso fue purgada por sugerir que Etecsa no debería seguir sangrando al pueblo con precios usureros? ¿O simplemente la sacaron para justificar la olímpica estupidez de los nuevos precios?
En este país, todo es un acto de magia negra institucional. Aparecen leyes sin pasar por debate, surgen decretos en la madrugada, se esfuman funcionarios como si hubieran sido raptados por extraterrestres. Pero lo más preocupante no es la desaparición de la Arevich, sino la normalidad con que el pueblo asume estos silencios.
El régimen te adoctrina para que no preguntes, para que obedezcas, para que aceptes. Hoy desaparece una ministra. Mañana, un canal de Telegram. Pasado, tu internet. Y después, tú. Todo sin que nadie lo denuncie, sin que nadie diga una palabra. Porque aquí, el silencio también es política de Estado.
Lo repito: en Cuba hay muchas formas de desaparecer. Pero la más infame es cuando te borran y ni siquiera se dignan a anunciarlo. Mayra Arevich fue ministra hasta que dejó de serlo. Y si preguntamos por ella, quizás mañana también nos borren a nosotros.