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TENEMOS NECESIDAD DE RESCATAR EL PENSAMIENTO DE FÉLIX VARELA

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Por Albert Fonde ()

Miami.- Félix Varela debe ser elevado a los altares como San Félix, el apóstol de la libertad cubana. Su vida y legado son hoy un faro para un pueblo que lucha por liberarse de la dictadura cubana. Dios quiera que pronto podamos llamarlo “San Félix Varela”, ejemplo de fe, virtud y lucha por la dignidad humana.

Félix Varela no fue solo un sacerdote ejemplar, sino uno de los grandes constructores del alma cubana. Su vida, marcada por la humildad y el sacrificio, fue también una lección viva de pensamiento libre, fe profunda y compromiso con la dignidad humana.

Actualmente está en la fase de beatificación, es decir, se reconoce que vivió heroicamente las virtudes cristianas y que su vida merece ser imitada. Para ser proclamado Santo, después de la beatificación, se requeriría otro milagro probado.

La obra de Varela no se puede entender sin mirar el mundo en que le tocó vivir: una Cuba bajo dominio español, donde la educación era repetitiva y cerrada, y donde pensar diferente era casi un delito. Varela rompió esas cadenas: llevó a sus alumnos a pensar, a razonar, a buscar la verdad, en vez de repetir de memoria lo que les imponían. Enseñó en español cuando todo era en latín, abrió el primer laboratorio de Física y Química en la isla y cambió para siempre la manera de enseñar.

El que nos enseñó a pensar

Cuando José de la Luz y Caballero, su alumno y luego gran maestro, dijo que Varela fue “el que nos enseñó primero en pensar”, resumió el corazón de su enseñanza: Varela no quería alumnos que repitieran como loros, quería formar hombres libres, capaces de razonar y actuar por sí mismos.

En su libro Instituciones de Filosofía Ecléctica dejó claro que “la razón es la lámpara que Dios colocó en el alma del hombre para iluminarle el sendero de la verdad”. No imponía respuestas, enseñaba a buscar la verdad a través de preguntas, análisis y debate respetuoso.

Sus clases desafiaban la pasividad y forjaban el carácter. De sus aulas salieron figuras como José Antonio Saco, Domingo del Monte, Felipe Poey, Miguel Teurbe Tolón y el propio Luz y Caballero, quienes continuaron su legado formando nuevas generaciones.

Aunque no llegó a conocer personalmente a José Martí, su influencia sobre él fue directa: Martí bebió de su pensamiento, de su amor a la libertad y la dignidad humana, y lo reconoció como “el santo cubano”, afirmando que “pensar en libertad es el primer deber del hombre”.

Alertó del fanatismo

Sus Cartas a Elpidio son otro ejemplo de su manera de enseñar: allí denunció la superstición, el fanatismo y la ignorancia, los mismos males que hoy sostiene la dictadura comunista en Cuba para oprimir al pueblo.

Cuando escribió que “el fanatismo siempre es producido por la irreflexión y la soberbia”, advertía el peligro de una sociedad donde pensar está prohibido y el miedo sustituye a la verdad. Hoy, el castrismo repite esa misma estrategia: aplastar el pensamiento crítico, alimentar la ignorancia y sembrar el miedo como método de control.

Varela enseñó que la verdadera fe nunca puede estar reñida con la razón, porque Dios nos dio inteligencia para buscar la libertad, no para obedecer a los tiranos. Para él, un pueblo que no razona es un pueblo condenado a ser esclavo.

En la Cuba actual, esa advertencia sigue más vigente que nunca: ejercer el pensamiento libre es un acto de guerra contra la tiranía, denunciar la mentira y defender la verdad, aunque cueste caro, es nuestro deber.

Rescatar el pensamiento de Varela no es solo un acto de memoria histórica, es un deber de lucha. La primera gran victoria contra la dictadura comienza en la mente: formar conciencias libres que se nieguen a vivir de rodillas.

Hoy más que nunca, ser verdaderos discípulo de Félix Varela es pensar, educar y luchar. Es formar conciencias libres que se nieguen a vivir de rodillas. La figura de Varela debe ser reconocida como Beato, pero más aún, debe ser reconocida como San Félix: el santo del pensamiento libre, de la dignidad humana y de la libertad cubana.

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