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El 24 de abril de 1967 se recuerda un crimen terrible. Éste día en un vuelo espacial de pruebas el Cosmonauta Soviético Vladímir Komarov se convertía en el primer humano en morir en el espacio. Sacrificado por los comunistas.
La odiosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas estaba empeñada en superar a occidente en todos los órdenes. Quería usarlo como propaganda comunista. En medio de la carrera espacial que en definitiva ganó por goleada la NASA de los Estados Unidos de América, el régimen soviético puso todo su empeño. Cruzaron varias líneas, incluida la del respeto a la integridad de sus cosmonautas.
Komarov había nacido en Moscú el 16 de marzo de 1927, con el título de Ingeniero se sumó al programa espacial soviético.
Luego del exitoso vuelo de Gagarin en 1961, el programa espacial del régimen soviético se había estancado. Esto fue debido a que se detuvo el desarrollo ingeniero y la transferencia de conocimiento y tecnología robada del régimen Nacional Socialista Alemán había llegado a su límite.
Luego de muchas presiones desde Moscú, se reemplazaron las obsoletas naves «Vostok» por las «Soyuz». El programa espacial soviético ganó en prestaciones, pero perdió en confiabilidad. Esto lo sabían los dirigentes comunistas, alertados por los científicos. Pero a la dictadura genocida comunista Soviética no le interesaba la integridad de los involucrados directos. El único objetivo era ganarle a Estados Unidos. Esa obsesión justificaba cualquier sacrificio para aquellos monstruos. Las desastrosas deficiencias de diseño eran bien conocidas por los cosmonautas. Solo por miedo y lavado de cerebro seguían arriesgando sus vidas.
En 1967, el dictador de turno, Leonid Brézhnev, dio una orden absurda a su agencia espacial. Obligó a su gente a hacer algo para lo que no estaba lista ni técnica ni científicamente. Querían el acoplamiento de dos Soyuz en el espacio. El planteamiento mostraba el desprecio de la dirigencia comunista por la opinión de la agencia espacial Soviética. También por la vida de sus cosmonautas.
El plan era que el piloto de reserva Vladímir Komarov partiera en una nave. Al otro día se lanzaría una segunda con otros dos cosmonautas para acoplarse en órbita. Algo descabellado para el momento en que fue planteado. Los científicos responsables levantaron sus voces en señal de protesta. Pero desde Moscú los silenciaron y amenazaron. Ya no habría marcha atrás. Se estaban sacrificando vidas en pos de la propaganda comunista.
Cuando la «Soyuz 1» fue preparada se encontraron más de 200 fallos de sistemas vitales para el vuelo. El mismísimo Gagarin fue testigo de cómo el paracaídas era introducido a martillazos en su gabinete. Por ello elaboró un lapidario informe que recomendaba posponer el vuelo. Gagarin era un personaje que no podría ser sacrificado sin ciertas consecuencias políticas. Pero su amigo Komarov no tuvo la misma suerte.
Si bien este informe fue cajoneado por las presiones de la cúpula comunista, se aceptó renunciar al acople y hacer solo un vuelo de prueba. Komarov sabía que era un suicidio. Sin embargo, si él se negaba las consecuencias serían desastrosas para su vida dentro de la Unión Soviética. No le quedó más remedio que arriesgar la vida.
Pero la realidad superó los peores miedos del cosmonauta. Apenas inició la misión supo que había sido enviado a una muerte segura por el capricho de unos burócratas comunistas. La nave despegó desde el Cosmódromo de Baikonur el 23 de abril. A poco de iniciado el vuelo comenzaron los fallos. No se desplegaron los paneles de energía, inutilizando la mayor parte de los instrumentos. Se detectaron fugas y quedó inutilizado el control orbital. Por eso, la reentrada sería tipo balística sin control, aumentando la temperatura y los riesgos.
Conscientes todos los implicados del desenlace fatal, se decidió poner a la víctima en comunicación con su familia para despedirse.
Luego de 27 horas de vuelo, la mañana del 24 de abril inició el reingreso. Las temperaturas comenzaron a quemar el interior de la Soyuz. El infierno se hizo realidad. El crimen soviético se consumó.
Desde una base estadounidense en Estambul se interceptaron las comunicaciones que revelaron a un Komarov agonizando y llorando de impotencia.
Los paracaídas no se desplegaron y la nave se estrelló en Adamovski, región de Orenburgo. Cuando los rescatistas llegaron, la nave se había casi desintegrado. Solo encontraron parte de los restos carbonizados de Komarov.
La naturaleza salvaje y criminal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la cínica y desarmada posición de sus dirigentes comunistas nos dejaban así una terrible foto para la historia.
Los restos del cosmonauta fueron sepultados en la Necrópolis de la Muralla del Kremlin. Le nombraron con cuanta mierda comunista tuvieron a mano sus asesinos para utilizarlo como propaganda, ocultando la verdad.
Gagarin comenzó a visitar despachos buscando que alguien pagara por la muerte de su amigo. Sin embargo, fue él quien pagó con su vida cuando un año después muriera en extrañas circunstancias en medio de un vuelo rutinario de escuadrón.