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Por Eduardo Díaz Delgado ()
Porque no es una catástrofe natural. Porque no es que no haya tierra. Y tampoco que el cubano no sepa trabajar.
Y no, no es por el dichoso “bloqueo” que repiten como disco rayado.
En Cuba hay hambre porque durante más de seis décadas, una dictadura ha controlado hasta el último grano de arroz que se produce en el país.
Hay hambre porque los campesinos no son libres de sembrar lo que quieran, ni de venderlo a quien quieran, ni de ponerle el precio que crean justo.
Porque cada litro de leche, cada libra de carne y cada fruta tiene que pasar primero por las manos del Estado.
Hay hambre porque la burocracia asfixia la producción.
Porque siembra más miedo que frijoles. Porque la corrupción pesa más que el saco de boniato. Porque el gobierno se ha especializado en hacer campañas, no en alimentar al pueblo.
Hay hambre porque la dictadura prefiere importar pollo congelado de EE.UU. antes que permitir que el cubano críe su propio pollo.
Porque desmontaron las cooperativas independientes. Porque arrasaron con los mercados agropecuarios libres, y porque todo lo que funciona, lo prohíben o lo “intervienen”.
Hay hambre porque la prioridad nunca ha sido el bienestar del pueblo, sino el control político.
Porque no se come de discursos, ni de promesas, ni de “planes alimentarios” que se anuncian cada año y nunca dan resultados.
Porque mientras la mayoría hace colas eternas por un poco de arroz, la cúpula del poder cena en secreto como si nada faltara.
Hay hambre porque el sistema está diseñado para que falte. Porque un pueblo hambriento piensa menos y obedece más.
Porque el pan escaso también es herramienta de represión.
¿Por qué hay hambre en Cuba? Porque quienes gobiernan no tienen hambre… de justicia, de libertad, ni de cambio.