Por Braulio JPH (Especial para El Vigía de Cuba)
Valladolid.- Paul Victor Morel, destacado hispanista francés de principios del siglo XX, caracterizó al magistrado español de la siguiente forma: “siempre enemigo del pobre, en cuerpo y alma pertenece al primero que se toma la molestia de sobornarle y sus actos no responden a otro motivo que su propio interés, con el único propósito de enriquecerse”. Palabras que bajo lentes contemporáneos se amoldan al último absurdo del fútbol español, transformado de “liga de las estrellas” a certamen con los árbitros como protagonistas.
El alumbramiento del “Caso Negreira” en 2023 destapaba los pagos realizados por el FC Barcelona al exárbitro durante su gestión como vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA); un escándalo de resolución demorada que ha devenido en quiste maligno.
El comportamiento turbio de los culés llevó al Real Madrid ha utilizar su músculo mediático cada jornada para criticar la gestión de los árbitros, dudando sobre la “imparcialidad” de los mismos.
Mientras, el CTA, la Federación española (RFEF) y el resto de clubes de Primera formaron un bloque opuesto a la posición merengue, reafirmado después de que los blancos emitieran el famoso comunicado afirmando que existe “un nivel de manipulación y adulteración de la competición que ya no puede ser ignorado», iniciando una guerra que ha encontrado en los medios de comunicación un terreno fértil, y en las redes sociales a millones de legionarios dispuestos a pelearla. Periodistas de bufanda brindan posturas parcializadas en sus columnas, tertulianos se entregan y quitan la razón a gritos en TV, influencers exponen mediante videos las ayudas recibidas por cada equipo y árbitros retirados niegan o afirman las decisiones de sus colegas.
El CTA y la RFEF han defendido la imparcialidad y transparencia del colectivo arbitral, etiquetando de equivocaciones sus fallos. Es cierto, el error humano existe en todas las profesiones donde intervenimos mientras la IA no nos sustituye.
Como médico, entiendo como una mala praxis puede perjudicar a quien es objeto de nuestro trabajo; sin embargo, esto no excusa la repetición constante de fallos garrafales que afean el espectáculo y perjudican a los veinte clubes en competencia. Sí, los errores existen, pero es menester prepararse y prevenirlos, utilizando todas las herramientas disponibles (VAR incluido) para evitar el daño a terceros. Lo primero, en medicina como en el arbitraje, es no hacer daño.
¿Acaso es tan difícil hacer las cosas bien? ¿Es titánico crear un CTA independiente de la Federación para garantizar que los directivos no influyan en los árbitros? ¿Es posible establecer criterios claros para el uso del VAR y no “decidir con imágenes”? Pregunto desde una ignorancia futbolística abismal. Y quizás las respuestas sean imposibles solo al alcance de ligas como la inglesa.
Sin embargo, materializar una labor así otorgaría la razón al Real Madrid, reconociendo las falencias en el modelo actual de gestión del CTA. Para ejecutarlo, sería imprescindible abrir y mirar dentro de la caja de Pandora.
En 1596 el celebrísimo Miguel de Cervantes fue encarcelado por malversación de fondos mientras ejercía como recaudador de impuestos. Más reciente, el rey Juan Carlos I de Borbón fue acusado por delitos de corrupción. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, es salpicado por escándalos de miembros de su gabinete y familia. Está la corrupción establecida en la médula de la nación española, que desde ahí llega a todas las esferas de la vida pública. Sin duda, uno de los peores legados que nos transmitieron a los hispanoamericanos.
Es recalcable que Ángel María Villar, otrora presidente de la Federación, es investigado por delitos de corrupción relacionados al “caso Soule”. Pero Villar no es un hecho aislado. Su relevo, Luis Rubiales, también es investigado por diversos delitos; y a finales de su gestión, diez de los diecinueve presidentes territoriales de la RFEF tenían expedientes abiertos por deshonestos, destacando entre ellos el actual presidente de la Federación, Rafael Louzán, demandado por delitos de prevaricación mientras lideraba el fútbol gallego.
Por su parte, Javier Tebas, presidente de La Liga, madridista confeso y enemigo de Florentino Pérez, comentó en el podcast de Jordi Wild cómo, durante el inicio de su gestión, luchó contra la costumbre de amañar partidos. Conjuntos como el Athletic Club de Bilbao, Levante u Osasuna, por solo citar algunos, se vieron salpicados o condenados por esta práctica, la cual, según el propio Tebas, no constituía un fenómeno reciente ni aislado.
Ejemplo de esto son las recientes declaraciones de Paco Roig, admitiendo haber sobornado a un árbitro en un juego de Champions durante su etapa al frente del Valencia CF.
Por su parte, los árbitros señalados arriesgan muchísimo, pues en concepto de salario y dietas suelen embolsarse hasta 300,000 euros anuales. Por tanto, una mala calificación del CTA les puede suponer un descenso de categoría, lo que conlleva una disminución de cerca del 50% de los ingresos por trabajar en segunda. Todavía peor si llegasen a salir del fútbol profesional. Estos marchan con pies de plomo, intentando equivocarse lo menos posible ante los ojos de sus superiores.
Hasta hace unos años Enríquez Negreira valoraba las actuaciones arbitrales, definiendo los descensos y ascensos, y, por extensión, la cuantía de los ingresos de los árbitros.
Pecaría de inocente al creer que las instituciones involucradas son transparentes, incluyendo a todos los clubes de la competición.
Lo cierto es que el espectáculo que supone disfrutar a Vinicius, Lamine Yamal, Julián Álvarez o Sancet queda en un lejano segundo lugar ante las carencias de criterio arbitral y sus constantes fallos. Condición que, mientras no ocurran cambios, solo perjudicará a La Liga y su prestigio. Pero, ¿quién se atreverá a destapar la caja de Pandora? Que lance la primera piedra aquel que esté libre de pecado.