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Por Laritza Camacho ()
La Habana.- Todo triunfo de un cubano, me enorgullece. Es el orgullo de la tierra, del lenguaje común, eso que nadie puede explicar, pero se siente hondo. Que cada cual llegue a lo más alto del camino que se proponga recorrer.
Sin dudas, un estadio lleno para un artista es un triunfo sona’o en su carrera, como lo es un premio Enmy, un Granmy, un Oscar, una medalla olímpica o un montón de seguidores en redes.
Bien por Bebeshito, que llenó su estadio. Por cierto, Otaola (que brilló por su ausencia) también lo llenó. Pero los coros de unos contra otros, en redes y en conciertos, no es triunfo de cubano alguno. Desde cualquier bando es, (ojalá lo entendamos de una vez) nuestro mayor fracaso. Cubanos contra cubanos, orden de combate dada, triste desunión y cada vez más, pobreza de espíritu.
La nota en el Noticiero fue la guinda del pastel: ampulosa, exagerada y llena de oportunismos, de números cacareados por los mismos que se pasan la vida escondiendo los números.
Hace nada la actriz y activista Kiriam Gutiérrez recibió un Enmy (el premio de tv más importante del mundo) por su trabajo documental «Ser trans», pero en la radio, como diría Sabina, no hablaron de ti… ni de mí. Por el contrario, Kiriam acababa de recibir vejaciones en pleno festival de cine de la Habana por el corto censurado «Matar a un hombre».
Que yo hable de lo más reciente no borra la historia de todo lo demás. A mi generación nunca le dieron la nota de los muchos conciertos a estadio lleno de Celia Cruz, por ejemplo. Hablo de arte, pero igual pudiéramos hablar de ciencia, de deportes…
Les recuerdo a todos que los estadios de Cuba están casi vacíos, destruidos y oscuros, tanto como nuestros campos y que, mientras los políticos de cualquier bando, alientan la gritería y la desunión, muchos cubanos no saben lo que es una mandarina.
¡Azúcar! es expresión desesperada y cara. Los mangos no son los del Caney y mucho menos, aquellos de Baraguá, llenos de dignidad y respeto.
¡Ojalá la tierra de mi orgullo sepa florecer! Que gane Cuba, que ganemos los cubanos… no los políticos.
Recordemos la imagen del ajiaco que tan brillantemente pusiera Fernando Ortiz como símil de nuestra mezcla cultural y esencia… un ajiaco lleva de todo, pero también se comparte con todos. No lo olvidemos.
Si quien cocina el ajiaco no lo puede probar, si todo el caldo se lo come el dueño de la olla, se nos va a ir perdiendo la receta.