Por Alex ()
La Habana.- La «inercia revolucionaria» en Cuba en su máxima expresión es un fenómeno digno de estudio, porque aquí tenemos a todo un ejército de defensores automáticos del régimen, que no necesitan ni leer ni entender. A ellos les basta con ver el título o la foto, y ¡boom!, activan el modo consigna. ¿Por qué? Bueno, porque lo que diga «Fulanito de Arriba» es palabra sagrada; si él lo dijo, ellos lo repiten. Es casi como la física cuántica, pero al revés: aquí no hay que observar para modificar el resultado, basta con no observar para mantenerlo siempre igual.
Muchos de estos defensores no están en esto por un arrebato ideológico o un amor profundo por la causa. No, no. Ellos repiten como loros amaestrados, porque hay un puesto, un privilegio o una «orientación» que cumplir. Ya se sabe que «el que se mueve, no sale en la foto», así que la estrategia es clara: no te muevas, mantén la misma postura, digas lo que digas, aunque no sepas ni lo que estás diciendo. En el fondo, muchos saben que están defendiendo un esquema que no entienden y que no les interesa entender, pero, ¿quién quiere arriesgar un permiso, una ventaja o una buena «palabrita de arriba» por dudar?
Estos defensores revolucionarios adoctrinados no solo son expertos en la técnica del eco —repetir lo que se dijo sin alterar ni una coma—, sino que se aferran a ella como a un salvavidas en el mar de las incongruencias. Así, cada vez que aparece una publicación crítica, allí están, puntuales y disciplinados, lanzando las frases de siempre, como si vinieran en el manual de instrucciones de un aparato que lleva más de 60 años en uso. Como buenos físicos de la inercia revolucionaria, saben que el sistema en el que orbitan solo sigue funcionando mientras ellos repitan y no piensen demasiado.
Para romper con esta «inercia revolucionaria», haría falta aplicar una “fuerza externa” que anule ese movimiento automático de consigna. Algo así como una fórmula: F = MC² (Fuerza = Mente Crítica al Cuadrado). Solo multiplicando el pensamiento crítico de cada cubano, podemos generar la energía suficiente para frenar la repetición automática y salir de esta órbita.
Quizás, al final, el mejor antídoto contra esa inercia sea fomentar el análisis y el cuestionamiento; una especie de «despertar» que actúe como la fuerza que finalmente detiene ese movimiento ciego y constante, impulsándonos a una nueva dirección de libertad y verdad.
¡Viva Cuba Libre!