EL HOGAR, EL PRIMER SITIO PARA DEJAR FLUIR EL BIEN Y DEJAR SALIR EL MAL

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEEL HOGAR, EL PRIMER SITIO PARA DEJAR FLUIR EL BIEN Y DEJAR SALIR EL MAL

Por P. Alberto Reyes ()

Camagüey.- Todos sabemos que el bien y el mal nos habitan, y que cada uno de nosotros es una puerta a través de la cual el bien y el mal pueden llegar a este mundo. En el Evangelio de hoy Jesús advierte de esa condición y de su peor consecuencia: que sólo desde nuestra decisión interior puede el mal abrirse paso en nuestrasvidas.

Comprenderlo es sencillo, vivirlo ya no lo es tanto, porque si bien la custodia de esa “puerta” depende de nuestra libre voluntad, también es cierto que el mal “empuja”, y que se vale de lo que nos sucede, de nuestros problemas y agobios, del mal que recibimos, de las heridas de nuestro pasado… para intentar que el empujón sea más fuerte.

¿Qué puede ayudarnos a “frenar el empujón” del mal?

Lo primero, aprender a cuidarnos. Muchas veces la puerta al mal se abre por cansancio, por puro agotamiento. Hemos “aguantado” a personas o ambientes que nos hacen daño, hemos renunciado al descanso necesario, no hemos sido capaces de decir “no” aún sabiendo que no podíamos más… y llega un momento en el cual cualquier mínima circunstancia nos hace explotar, o nos conduce a compensaciones que
nos alivian momentáneamente pero que luego nos cobran ese alivio.

¿Qué más hacer? Desahogarnos con Dios, sacar todo lo que llevamos dentro, llamando a las cosas por su nombre. ¿Qué no sabe Dios de nosotros? No tiene sentido “adornar” la realidad ante Dios, al contrario, lo mejor es decirle abiertamente lo que nos sucede, lo que pensamos, lo que sentimos, incluso lo que sabemos que él nos pide pero no estamos dispuestos a hacer por el momento. Luego la vida se irá construyendo del
mejor modo posible, pero necesitamos una “cura de honestidad” ante Dios.

Y si es posible, desahogarnos también con otra persona que sea capaz de escuchar. Digo “si es posible” porque no toda persona sirve para escuchar, y menos si son desahogos. No nos sirve alguien que nos juzgue, o que se escandalice por lo que pensamos o sentimos. No nos sirve alguien que nos regañe, o que nos atiborre de consejos no pedidos, o que intente “arreglarnos” la vida, o que nos invalide con las fatídicas frases de: “no deberías pensar o sentir eso”. Necesitamos a alguien que sea capaz de activarse en “modo oreja”.

Y en ningún caso rendirse. Hay “males” que han ido encontrando el modo de escaparse por las rendijas de nuestra puerta, y se han hecho difíciles de atajar, y han salido tantas veces que sentimos la tentación de no luchar contra las rendijas, pero el mal siempre apunta doble, y daña al que lo recibe y al que lo permite. Por eso, aunque parezca una lucha eterna, nunca dejará de ser válido todo intento de atajarlo.

Y no quiero dejar de recordar que el manejo de nuestra puerta tiene siempre un primer escenario: el hogar, la casa, el sitio donde comienza el mundo, el primer sitio donde es necesario dejar fluir el bien y cerrarle el paso al mal.

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