Por Ulises Toirac ()
La Habana.- Si te gusta el tema de la historia antigua y en especial la del Imperio Romano, los gladiadores y emperadores, senadores y el copón y la vela, esta serie en 10 capítulos te va a encantar.
Con un extremadamente bien cuidado diseño visual, que comprende desde los vestuarios hasta la utilería (pasando por escenografia y todo lo demás) cuenta la historia (o una interpretación de ella) de la dinastía Flavia, sus tejemanejes, triquiñuelas, trampas, descaros descarados, y una sociedad corrupta y sanguinaria en la que el poder es el objetivo máximo, alrededor del cual giran las pasiones.
La ferocidad del circo romano (a que hace referencia el título de la serie) es plasmada mediante personajes que pertenecen a ese cruento elemento del Imperio, no sólo de gladiadores, sino de aurigas (manejadores de pequeños carruajes tirados por caballos), apostadores, prestamistas… Y la política, directa y descarnada, que ya en aquella época hacía gala de lo que hoy se sigue haciendo más o menos veladamente.
Aunque utilizan nada más y nada menos que a Anthony Hopkins como fundador de la dinastía en los primeros capítulos, y a pesar de la excelencia de los actores utilizados (rebuenísimos casi todos), me parece que el gancho de figuras más «pegadas» y un guión mejor estructurado, hubieran ayudado mejor a la serie en lo que cogerte por cuello y no soltarte.
La historia se basa en un libro con el mismo nombre, obra de Daniel P. Manix, y la serie es dirigida por un dúo singular: Roland Emmerich (un caballón de prestigio más que probado con decenas de excelentes filmes de primerísimo nivel) y el joven director alemán Marco Kreutzpanter.
Casi de un sorbo los diez capítulos. Logran enganchar la intriga y la violencia. Y los efectos especiales.
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