Los Palos (Cuba).- Heliogábalo, nacido como Varius Avitus Bassianus, fue uno de los emperadores más polémicos y controvertidos de la Roma antigua. Ascendió al trono en el año 218 d.C., con tan solo 14 años, y su reinado de cuatro años estuvo marcado por un comportamiento que escandalizó a la élite romana y dejó una huella imborrable en la historia.
Originario de Siria, Heliogábalo fue proclamado emperador gracias a las intrigas de su madre, Julia Soemia, y su abuela, Julia Mesa. Su ascenso estuvo cimentado en la falsa afirmación de que era hijo ilegítimo del emperador Caracalla, lo que le dio una pretendida legitimidad. Una vez en el poder, Heliogábalo rompió con muchas de las tradiciones y normas romanas, desatando controversia a cada paso.
La vida personal de Heliogábalo fue igualmente escandalosa. Se casó varias veces, incluyendo un matrimonio con una virgen vestal, lo cual era considerado un sacrilegio en la sociedad romana.
Se enamoró perdidamente de un esclavo llamado Hierocles. También se casó con un atleta griego llamado Aurelio Zótico. Su sexualidad y comportamiento en el ámbito privado desafiaban las normas tradicionales; se sabe que se vestía de mujer, paseándose por el palacio bailando y buscaba ser llamado emperatriz, además de tener numerosas relaciones tanto con hombres como con mujeres. Estas acciones fueron vistas como una amenaza directa a la moralidad y al orden establecido.
El emperador también es recordado por sus extravagancias y excesos. Organizaba banquetes lujosos y derrochaba las riquezas del imperio en placeres personales y caprichos extravagantes. Cuentan que una vez hizo llenar una piscina con vino y otra con pétalos de rosa, en un intento de superar los límites del lujo y la decadencia.
La combinación de su impopularidad, la extravagancia y la imposición de un culto extranjero finalmente llevó a su caída. En 222 d.C., tras una conspiración apoyada por su abuela Julia Mesa, Heliogábalo y su madre fueron asesinados por la Guardia Pretoriana.
Sus cuerpos fueron arrastrados por las calles de Roma y arrojados al Tíber, en un intento de borrar su recuerdo.
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