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Por José Walter Mondelo
La Habana.- Se cumplen hoy 809 años de «uno de los grandes hitos en el establecimiento de los derechos civiles y humanos: la creación de la Carta Magna, la cédula de las libertades inglesas», en palabras de Noam Chomsky.
Sellada con el Sello Real por Juan Sin Tierra, se hicieron seis copias y semanas más tarde, otras seis, para distribuirlas por todo el reino.
La Carta de las Libertades, su nombre original, es generalmente reconocida como la piedra toral de los derechos fundamentales de los pueblos de habla inglesa, en palabras de Winston Churchill, «la carta de cualquier hombre que se respete así mismo en cualquier tiempo y cualquier tierra».
Sus más famosos artículos pusieron límites al poder real y garantizaron la libertad personal, de movimiento y de circulación a los ingleses. En particular, los artículos siguientes:
39) Ningún hombre libre podrá ser detenido o encarcelado o privado de sus derechos o de sus bienes, ni puesto fuera de la ley ni desterrado o privado de su rango de cualquier otra forma, ni usaremos de la fuerza contra el ni enviaremos a otros que lo hagan, sino en virtud de sentencia judicial de sus pares y con arreglo a la ley del reino.
40) No venderemos, denegaremos ni retrasaremos a nadie su derecho a la justicia.
Como vimos, el artículo 39 sostenía que «Ningún hombre libre será arrestado o encarcelado«, o castigado de cualquier manera, «excepto mediante un juicio legítimo de sus iguales y de acuerdo con la ley del país«, constituyendo el sentido esencial de la doctrina de la «presunción de inocencia».
Desde luego, el alcance original de la carta era limitado. Sin embargo, como observa Eric Kasper en un estudio académico, «lo que comenzó como un control relativamente pequeño sobre el poder arbitrario del rey Juan finalmente llevó a las siguientes generaciones a encontrar cada vez más derechos en la Carta Magna y en el artículo 39. En este sentido, la Carta Magna es punto clave en el largo desarrollo de la protección de los derechos frente al poder arbitrario.»
A fines del siglo XVIII, la Constitución de los Estados Unidos se convirtió en la ley suprema del país, recordando la manera en que la Carta Magna se había convertido en ley fundamental.[233] La quinta enmienda de la Constitución federal garantiza que «[a nadie] se le privará de la vida, la libertad o la propiedad sin el debido proceso legal», una frase que se deriva de la carta de 1215.
Además, se incluyó un escrito similar en la cláusula de suspensión del artículo 1 sección 9: «El privilegio de habeas corpus no se suspenderá, salvo cuando la seguridad pública lo exija, en los casos de rebelión o invasión».
Cada uno de estos proclamaba que ninguna persona puede ser encarcelada o detenida sin pruebas de que haya cometido un delito. La novena enmienda establece: «La enumeración en la Constitución de ciertos derechos no ha de interpretarse como que niega o menosprecia otros que retiene el pueblo».
Los redactores de la Constitución de los Estados Unidos deseaban garantizar que los derechos que ya tenían —como los que eran proporcionados por la Carta Magna— se preservarían a menos que se restringiesen explícitamente. La Corte Suprema de los Estados Unidos hizo referencia explícita al análisis de lord Coke como un antecedente del derecho de la sexta enmienda a un juicio inmediato.
La defensa del legado de la Carta Magna, como hito fundamental en la milenaria lucha por el derecho y la justicia frente a la arbitrariedad y el despotismo, resulta hoy más necesaria que nunca. Como ha recordado Noam Chomsky, «una tarea primordial de los gobiernos ha consistido siempre en ‘mantener alejado [al público] de nuestros gargantas’, tal como describió el ensayista Ralph Waldo Emerson las preocupaciones de los dirigentes políticos a medida que la amenaza de la democracia se iba haciendo más difícil de suprimir a mediados del siglo XIX.
En tiempos recientes, el activismo de la década de 1960 le movió a expresar su inquietud de una «excesiva democracia», y apeló a medidas que impusieran una «mayor moderación» en la democracia. No hay más que ver la deriva autoritaria que avanza como una epidemia en el mundo actual para comprender la gravedad de lo que está en juego.
La Carta Magna y su hermana menor, la Carta del Bosque, constituyen un poderoso recordatorio de la relevancia y la necesidad de los controles institucionales frente a un poder que siempre trata de eludirlos, como demuestra la historia.