Carlos Cabrera Pérez ()
Madrid.- ¡Coño, que bueno está el turrón de Jijona!, el blandito, quse decir, incluida esa variante españolísima que es la yema tostada, que caza la pelea perfecta con un Moscatel normalito, no hace falta dejarse un dineral en un vinito dulce de los de toda una vida, me estaría contigo…
Si no lo han probado, combínelo con uvas o higos y verán como se baila el son, bien calentito y sabrosón, como le gustaba a la Reina Isabel (no confundir con Díaz-Ayuso).
El duro también está bueno, pero tiene el inconveniente del ruido al masticarlo y, si no es bueno o viene mal conservado, también tiende a dejar restos, que no de humedad, y obligan a sacar el hilo dental (para la boca, se sobreentiende). Pruebenlo con un amontillado, de marca normalita, no se pongan dramáticos porque ya somos más maduros.
Esta semana rica y constitucional, cuando llueve y chifla el mono en la sierra, uno tira de puchero (potajes y guisos), vino cosechero anónimo y una esquinita de turrón blandito con un buchito de Jerez; aunque tengo unos vecinos abonados al puding de manzana, que toman con Calvados (aguardiente de apple), cuyo olor inunda el entorno, vía horno.
Coman y beban con moderación; que aún quedan días de aquí a Reyes para golpear hígados y páncreas; y eviten esos atracones de jama y curda, porque las rondas no son buenas, hacen daño y se acaba por llorar, como le pasó a uno de Guanabo, al que la guarfarina no asentó bien, se metió en el cuarto, se puso la trusa, se subió a la mesa del comedor y se tiró contra el suelo, creyendo que era la mar; suerte qe su mujer ya lo conocía y lo llevó, tinto en sangre, al policlínico, donde le jodió aquella Navidad tranquila al personal de la Salud que, en Madrid sale de la Plaza del Carmen y en La Habana va de Galiano a Plaza de la Revolución, en paralelo a Zanja y Zapata.