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Por Datos Históricos
La Habana.- El 2 de marzo de 1998, en Viena, Austria, una niña de apenas 10 años llamada Natascha Kampusch salió de su casa rumbo a la escuela. Aquel trayecto cotidiano se convirtió en el inicio de uno de los casos de secuestro más impactantes de Europa.
Ese día, fue interceptada por Wolfgang Priklopil, un hombre de 35 años que había planeado el crimen con frialdad. La llevó a su vivienda y la encerró en un zulo subterráneo oculto, de apenas unos metros cuadrados, con paredes reforzadas y una puerta de acero que la aislaban por completo del mundo exterior.
Así comenzó un cautiverio que se prolongó durante más de 8 años. En ese espacio reducido, Natascha creció alejada de la luz del sol, privada de su infancia y adolescencia. Vivió bajo el control absoluto de su captor, quien limitaba cada aspecto de su vida: cuándo podía comer, hablar, dormir o moverse.
Mientras tanto, en el exterior, su desaparición conmocionó a Austria. Durante años, se realizaron intensas búsquedas, se difundieron carteles y se investigaron pistas, pero ninguna llevó a su paradero. Su madre jamás perdió la esperanza, aunque la mayoría ya la daba por perdida.
Con el tiempo, Priklopil le fue permitiendo a Natascha realizar algunas tareas dentro de la casa, intentando simular una convivencia, pero siempre bajo vigilancia y control. Era un encierro disfrazado de rutina, marcado por la manipulación y el miedo.
El 23 de agosto de 2006, cuando tenía 18 años, Natascha encontró su oportunidad. Mientras limpiaba el coche de su captor en el jardín, él se distrajo con una llamada telefónica. Con decisión y valentía, aprovechó ese breve instante para escapar, corriendo hasta pedir ayuda a una vecina. Su liberación fue inmediata y la noticia dio la vuelta al mundo.
Ese mismo día, Wolfgang Priklopil, acorralado, se quitó la vida.
Natascha recuperó su libertad, pero también tuvo que enfrentarse al desafío de reconstruir una vida que había pasado marcada por el aislamiento. Con enorme resiliencia, años más tarde relató su experiencia en el libro “3.096 días”, donde dejó testimonio de su dolor, pero también de su fuerza.
La historia de Natascha Kampusch no es solo la de un secuestro prolongado, sino la de una infancia arrebatada y un trauma profundo que aún hoy recuerda los peligros de la obsesión y del control extremo. Su tragedia es, al mismo tiempo, una advertencia y una lección sobre la importancia de proteger la libertad y la dignidad humanas.