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LA MAGIA DEL VERANO

YO TAMBIÉN PUDIERA ESTAR PRESO

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Carlos Cabrera Pérez
Majadahonda.- Siempre que cae una dictadura, por distante que sea, una parte de los cubanos renueva sus ansias de libertad, tras soportar 65 años a la satrapía más vieja de Occidente; reafirmando su visión binaria de la política; los amigos -reales y supuestos- del tardocastrismo son mis enemigos.
Ahora le tocó al clan Assad, dueños y señores de Siria durante 54 años; al que rusos e iraníes dejaron caer; mediante una componenda con Turquía y para la historia quedará la complicidad o no de los servicios secretos del régimen, que no avizoró u ocultó la crisis que se llevó por delante a Bashar al-Ásad; el cruel oftalmólogo que, en 2011, selló su suerte, con una represión feroz contra manifestantes pacíficos en Deraa, durante la Primavera Árabe.
En Cuba no hubo tantos muertos como en Siria en 2011, pero aún muchos jóvenes siguen encarcelados, tras sufrir apaleamientos de militares y mercenarios de las Brigadas de Respuesta Rápida.
Entre octubre de 1973 y febrero de 1975, más de 800 cubanos fueron carne de cañón soviética y colaboradores médicos en Siria, con misión militar y civil, dirigida por el entonces primer comandante César Lara Roselló y el comandante Néstor López Cuba, que dirigió una brigada de tanques, que no entró en combate, pero disuadió a los israelíes de agredir a la nación árabe más allá de las alturas del Golán, que ahora ha vuelto a retomar en su totalidad para afrontar el resto islamista que se avecina.
Un califato islamista radical en Siria es una mala noticia para la geopolítica mundial, para Occidente y el mundo árabe, abocado a una reorganización de equilibrios, desde que Hamás lanzó su ataque suicida contra Israel, el 7 de octubre del año pasado.
Pero la ayuda militar cubana no provocó una relación estrecha entre ambos regímenes, de hecho Fidel Castro nunca visitó Siria en vida de Háfez al-Ásad, que solo acudió a La Habana, en 1979, para participar en la VI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) y aunque el sirio no se implicó directamente en el chantaje de la Libia al dictador cubano, para que rompiera diplomáticamente con Israel y Marruecos, a cambio de presidir los NOAL, tampoco estuvo ajeno a los manejos de Gadafi.
Desde 2000 hasta la fecha, Cuba ha hecho caja en Siria, con la venta de vacunas y alquiler de personal sanitario; operación mercantil camuflada en la falacia de la solidaridad y otras boberías solemnes.
Las similitudes de la represión contra jóvenes en Cuba y Siria son innegables; como lo es también la alegría de una mayoría del pueblo sirio por el fin de la dictadura, tal y como ocurrió en Cuba en 1959, cuando los cubanos celebraban el fin de la dictadura, en clara referencia a la batistiana.
Pero hasta ahí llegan las semejanzas, porque en Cuba los talibanes están en el gobierno y el anticastrismo -especialmente el socialdemócrata y woke- despierta simpatías entre sus patrocinadores, porque en su agenda no figura una opción violenta para derrocar a la casta verde oliva y enguayaberada.
El apoyo a la implantación del monologo totalitario, carcelero y empobrecedor fue claramente mayoritario, sazonado por aquellos gritos boomerang de ¡Paredón! y otras consignas emocionales que el nuevo poder aprovechó ampliamente a su favor; incluida la posposición indefinida de elecciones y serpentinas para las glorietas como la renuncia de Fidel Castro al cargo de primer ministro, que desembocó en el linchamiento del presidente Urrutia y de los ministros moderados del primer gabinete.
Frente aquella barahúnda ensordecedora a favor del nuevo hombre pródigo, fueron apenas un puñado de cubanos quienes se desmarcaron de la apasionada y aplanadora ofensiva; parecida a la que vive Siria desde que el dictador huyó a Moscú.
Entre aquellos hombres que no se sumó al carnaval totalitario, estaba el chinito de Guanabo, huido del comunismo maoísta, y que regentaba un Tren de lavado con proverbial fama de blanqueador de sábanas, guayaberas de hilo y trajes de Dril cien y, cuando muchos cubanos celebraban el fin de la dictadura, el narra soltaba: Pera, poquito…