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ALDANOV, EL BIGOTE MÁS IMPETUOSO DEL CASTRISMO

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Carlos Cabrera Pérez

Majadahonda.- Aldanov fue el bigote más impetuoso del castrismo, pero resbaló con una tarjeta de crédito, que ocultó a su jefe y padrino Raúl Castro Ruz, en aquella Habana nebulosa de los noventa, cuando se juntaron los afanes perestroikos con la prudencia jesuita y la vocación mandarria del comandante en jefe.

Fidel y Raúl Castro concibieron siempre la amistad como la práctica de una lealtad siciliana y, cuando alguien infringía las normas, lo pagaban con la vida, como fue el caso de Abrantes o muriendo en vida, como han sido los casos de Luis Orlando Domínguez, Aldana y Lage; entre otros.

Aldana pagó su error casi infantil con un silencio de sepulcro sellado a cal y canto, trabajando en el sistema empresarial de las FAR y jubilándose con los grados de coronel, con una pensión que no cubría sus gastos médicos y alimentarios; aunque Raúl no lo abandonó del todo y ordenó que «atendieran» a quien se dejó querer y especuló con la supuesta condición de tercer hombre del régimen. Caro error.

La maldita tarjeta de crédito no fue usada para temas personales, se trataba del gesto de un amigo para ayudarlo a resolver problemas puntuales de equipamiento y suministros de la esfera ideológica, pero Aldana cometió la torpeza inaudita de mentir a Raúl, que decretó su muerte política fulminante y su envió a Topes de Collantes, donde el viento está menos cargado que los nortes y marejadas peligrosas habaneros.

La mayor parte de su vida revolucionaria vivió en un apartamento ubicado entre el periódico Granma y el MINFAR, de donde luego fue mudado al Nuevo Vedado, donde alimentó su espejismo gorbachoviano, sufrió el nocaut raulista y cuidó de su esposa, también enferma, hasta que pudo.

Raúl apostó por la perestroika, en coherencia con su realismo pragmático y su pasión rusófila, y pensó que el mulato bigotudo era el cuadro más preparado para sacudir la mata, sembrándolo en el corazón de la dictadura para que se ocupara de Ideología; prensa incluida, Relaciones Exteriores y Educación y Cultura

La perversa trinidad y el carácter del valido provocaron choques con Juan Almeida, Carlos Rafael Rodríguez, Armando Hart, Machado Ventura, Manuel Vila Sosa y con periodistas y dirigentes de la comunicación, que culminaron con la bronca con un curso de periodismo, que provocó la intervención de Fidel Castro.

Cuando, cumpliendo órdenes de Raúl, cazó la cabeza de Manuel Piñeiro Losada, algunos de los cuadros y periodistas aldanovistas se envalentonaron y creyeron que había llegado su oportunidad, sin tener en cuenta que en Cuba solo ha habido dos jefes en los últimos 65 años y que los encumbramientos súbitos casi siempre acaban con la quinta y con los mangos, y que los capataces suelen ser flor de un día, espejismo efímero y vuelta a la rutina verde oliva de ¡Fidel es nuestro papá!

Su voluntad de cambiar la comunicación chocó frontalmente con la concepción fidelista de que los periodistas son meros criados con buena ortografía y la condición de un partido y una prensa única cerró las puertas a todo intento de refrescar cabeceras y espacios.

Pero nada de eso lo arredró y, durante una escala en Madrid, conversó con Carlos Alberto Montaner, a la sazón presidente de la opositora Unión Liberal Cubana (ULC) y parte de su equipo, que salieron encantados con las ideas y el estilo de Aldana; embullo típico de los sufridos cubanos del exilio, que no adivinaron que su interlocutor amable era solo un candidato a cadáver exquisito.

Otro lapsus que cimentó su derribo fue la infeliz frase de que no debía darse mayor importancia a la oposición porque era solo el 10% de la población cubana, que cayó como un jarro de salfumán entre sus jefes, que siempre habían negado reconocer a la oposición, tildándola de mercenarios pagados por Estados Unidos.

Aldana rompió varias reglas de juego en una sociedad concebida para salvaguardar todo el poder, todo el tiempo y, cuando muchos creyeron que la herejía tenía un tono menos dramático, por convicción y madurez, al final no supieron a quien avisar en caso de muerte súbita.

Los hombres mueren y el partido es inmortal, pregonaban unos y otros, cuando la URSS pagaba puntualmente el alquiler del portaaviones frente al enemigo, pero el desmerengamiento travistió a la revolución en martiana y nacionalista y el dueño del casino cerró el juego en 26 rojinegro par.

Las crónicas de Indias dirán que Carlos Aldana Escalante falleció el 27 de noviembre de 2024, pero en realidad estaba muerto desde el 10 de octubre de 1992; cuando Granma, que aún no ha encontrado espacio para informar sobre su deceso, anunció que pasaba a la ECOTRA (Empresa Consolidada de Otras Tareas Revolucionarias) debido a «graves defectos en el desempeño del cargo» y «serios errores personales».

Sirvan a manera de epitafio, estos versos suyos, que escribía junto con relatos, en su tiempo libre:

Vives en una isla

donde vuelve a darse la guerra

de los mundos.

todo dependerá de cuál venza

en tus adentros.

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