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TIROIDES

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Por Jorge Fernández Era ()

La Habana.- Iré por partes, y en sentido inverso. Dos horas antes de la foto que publiqué hace un rato, preocupados por la suerte de Alexander Hall —lo habían citado para las 8:30 am de hoy y no se sabía de él—, nos pusimos de acuerdo un grupo de amigos y nos encontramos para dirigirnos a Villa Marista. Raymar Aguado entró y conversó con la posta de guardia. Este le comunicó que en short no podía pasar, que tendría que volver mañana. Cuando estaba decidido que el único que fue en pantalones —yo— entrara, recibí una llamada de Laide donde me decía que a Alexander lo habían soltado, y que nos esperaba en mi apartamento.
Quien les habla descansaba de su incursión enésima a la Unidad de la PNR de Aguilera —a la que había ido en el mismo medio de transporte que a Villa: por sus propias sandalias— cuando Raymar le informó lo del viaje al reparto Sevillano. En la sede de la policía del municipio de Diez de Octubre se me informó que Fiscalía, en aras de cerrar mi expediente y enviarme o no a juicio por el delito de Desobediencia, requería la realización de ciertas diligencias concernientes a mis instructores penales y a mí mismo, incluyendo —solo después de un año y ocho meses— la petición de que entregue fotocopias de las citaciones expedidas por la Seguridad del Estado y por la PNR que trajeron consigo la retahíla de detenciones, denuncias, acusaciones y acosos que se han sucedido hasta hoy, y que sigo considerando nulas. Tendré que volver mañana. Espero recabar de ellos información más pormenorizada de cuántos días me quedan libre.
Ayer estuve en Villa desde las 8:30 de la mañana hasta las 4:45 de la tarde. La casona es igual de impresionante por dentro que por fuera. Es una lástima la agresión a su arquitectura que representan algunos espacios con falso techo y unos búcaros espantosos con flores plásticas que cargan un churre tan espeso como el de la bahía. En las más de ocho horas que estuve allí pude constatar que hay plazas por cubrir, varias personas se acercaron a la Recepción preguntando por una reciente convocatoria. No digo yo si deben estar cortos de plantilla cuando asegura la teniente coronel Kenia que su salario no le alcanza ni para comprar datos y navegar por Internet, y que por eso no lee mis escritos ni la versión digital de los periódicos nacionales. La parte buena de ese lugar es el horario abierto, fíjense que la susodicha vino a aparecerse a las 9:45.
Fui sometido a dos interrogatorios de poco más de una hora cada uno, en una oficina de dos por dos metros con aire acondicionado. El resto del tiempo lo pasé sentado en el recibidor. Si a ello agrego que la oficial del DSE se esmeró en lanzarme una sarta de frases como solo ella sabe decir, no puedo quejarme del trato brindado por los tres «entrevistadores».
La jefa anda muy preocupada por mis escritos para El Toque. Los tilda —cual acusatoria ofensa— de humor político con ironía. «La ironía es incompatible con el humor», apunta. Me dice con una sinceridad conmovedora que nunca la Seguridad del Estado ha reprimido a nadie por pensar diferente, mucho menos a mí, su «enemigo político». A cada respuesta exaltada de Jorge remata con su preocupación por mi tiroides, que según Kenia anda pésima. No voy a anotar el calificativo que más repitió sobre mi persona: lo pronunció mal y temo crean ustedes que me burlo de la teniente coronel.
En el fondo me quiere. Hasta se preocupó por mi trayectoria en la escritura y por mi reciente renuncia a la Uneac. Jura que si no me ha enviado aún a los tribunales por «propaganda» y «desacato al presidente» es para no darme el gusto. Tanto me admira que hasta me preguntó si pertenezco a la Unesco. Confesó que nunca ha leído a autores cubanos, pero hizo que le dictara títulos y datos de mis cuatro libros publicados, porque hará una excepción próximamente.
Quizás la solución de nuestros (des)encuentros radique en que, a cambio de que me resuelva en la clínica del Minint una operación contra mi hipotiroidismo, yo trate de hacer alguna que otra vez un humor que ella entienda y haga aflorar la «bella» sonrisa que posee.

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