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Por Oscar Durán
La Habana.- Se fue Paulo FG, un niño muere succionado por una alcantarilla, la Cintumbare está en la Lisa haciendo cola para comprar la dos libras de arroz del mes, el noviazgo de Ultrack tiene más vistas que un artículo de Javier Bobadilla, el niño Damir empeora cada día más en el país potencia médica. Manuel Marrero insiste en la soberanía alimentaria de cada municipio; las tres cuartas partes de los vecinos de mi CDR quieren hacerse ciudadanos españoles porque no aguantan un segundo aquí, mientras Johana Tablada recomienda a los cubanos hacer ayunos intermitentes.
¡Qué asco de país! Pasamos de un Período Especial al Período Infernal. De lunes a lunes siempre pasa algo distinto y para mal, como si estuviéramos embrujados. Todo lo malo nos pasa, aunque la familia Castro no lo vea así. Ellos están en otra galaxia. Es cosa de ver a Sandro Castro. Más allá de su nivel de anormalidad, el tipo se levanta en las mañanas, da un paseo en avioneta, después pesca en los Cayos y en la noche pasa por su bar y recoge dos mil dólares de ganancias netas.
Uno quisiera ser un Castro por un día para ver cómo es la murumba allá arriba. En lo que el imbécil de Miguel Díaz-Canel anda cogiendo sol en Pilón, Sandro está viendo el juego del Real Madrid con unas Cristales de compañía y fumando Vampisol.
Uno envidia esa vida, una vida sin apagones, sin mosquitos, con comida a botar y todos los problemas resueltos. Muy diferente a la realidad del cubano de abajo, lleno de Lepra, comiendo gatos y ratones, echándose accidentes mortales a toda hora, “disfrutando” cómo las termoeléctricas no aguantan una mentira más y viendo cómo el ladrón entra a la casa, se lleva los cinco huevos del refrigerador, como si estuviera haciendo una obra de caridad.
Damos lástima. Ese es el término exacto. Nos convertimos en unos zombies, gobernados por un tipo que sale fumando tabaco en una gala de lujo, donde recauda millones y millones de dólares para desembolsarlos, probablemente, en una cuenta privada, mientras el sistema de salud colapsa porque no tiene un Paracetamol para aliviarle el dolor de cabeza a un combatiente de Angola.
El régimen juega al desgaste en todos los sentidos. Ellos reconocen que el país está en una crisis sin precedentes, pero ahí siguen, como si nada, culpando a Estados Unidos de toda la agonía de la isla y sin mover un dedo para mejorar las cosas. La dinámica de estos sinvergüenzas es otra: vivir como Carmelina en sus mansiones y pedirle al pueblo resistencia y creatividad.
Si le seguimos dando vida a lo que está muerto, mejor apresura tu ciudadanía española y sal echando de aquí. Ya lo dijo el comentarista que se queda dormido en las transmisiones de fútbol: “esto está bueno y se va a poner mejor”.