NO ME QUEDARÉ EN SILENCIO: NO SERÉ CÓMPLICE
Por Marlon Almaguer ()
La Habana.- Ya sé que alguno me dirá que fuera del agua cualquiera nada bien. Lo digo porque no tengo hijos varones, y porque mis dos hembras no serán nunca militares, no porque yo lo haya decidido sino porque veo en sus ojos de niñas que no tienen nada que ver con las armas o con las guerras. Y eso me deja tranquilo.
De hecho, no hay jóvenes en mi familia en edad militar. Mi hermano también tiene dos niñas. Así que, supuestamente, no debería preocuparme, aunque eso no me impide dar mi opinión sobre temas relacionados con el Servicio Militar Obligatorio y con la muerte de nueve soldados en Rafael Freyre, en este Holguín que adoro.
Si soy honesto, y estoy seguro de que lo soy, debería mencionar a los cuatro militares de profesión que fallecieron cuando las explosiones, hace ya una semana, sin que se sepa nada de ellos, sin que la opinión pública haya recibido ni una nota, más allá de aquella en la que dicen que los familiares «fueron informados oportunamente».
Nueve chicos, jóvenes casi adolescentes, murieron por irresponsabilidad de alguien, sin que las «gloriosas» fuerzas armadas hagan nada, digan algo, o intenten al menos rescatar los cadáveres, ante el silencio descojonante de los padres, que no aparecen por ninguna parte a decir nada, a reclamar, a exigir, como si lo dieran todo por hecho, como ha sucedido en otras ocasiones recientes.
A veces creo que los cubanos, los buenos cubano, estamos hecho de algo muy especial, y que por nuestras venas no corre la misma sangre que la de otras personas en otros lugares del mundo. Porque, cómo es posible entonces que demos por bueno todo, y nada más.
Cierto que esos muchachos murieron y que nada les devolverá la vida, pero si lo permitimos, si no hacemos nada, si no exigimos justicia, puede ocurrir de nuevo, mañana, en un mes, en cinco años, con otro joven, con otra familia, tal vez hasta con un familiar de ellos. No, no podemos guardar silencio, hay que reclamar, exigir justicia, castigo. Lo de Melones no fue un accidente.
Hace unos días pasé por la casa de uno de los familiares. No entré, solo me acerqué y me salió alguien al paso. Cuando me preguntaron qué quería, solo dije que alguna declaración, ayudarlos en algún reclamo, una denuncia, pero me dijeron que no, que todo estaba bien y que no necesitaban ayuda alguna. Y juro que me quedé frío, porque no puedo entender cómo la familia se queda así, en ese silencio tan absoluto.
O les prometieron una indemnización enorme, suficiente para vivir toda la vida a cambio de su silencio, o los amenazaron. No hay otra opción, ni otra posibilidad, porque los hijos son lo más grande del mundo, lo más preciado, y no puede ser que te los hayan arrebatado sin que pase nada, sin que haya al menos un cartel en contra del Servicio Militar, para evitar, al menos otras muertes.
Si alguien quiere ser militar, que lo sea. Que se apunte, que haga escuelas, cursos, que se prepare, que lleve un uniforme que no le ha dado muchas glorias al país, con la excepción siempre de algunos hombres y nombres gloriosos, pero que no obliguen a los jóvenes a alistarse, si no quieren, a menos que haya una guerra con Haití o con algún otro país.
No puede ser obligado servir como esclavo durante dos años, o uno, y tener la vida en riesgo, solo para alimentar el ego de oficiales corruptos, en la inmensa mayoría de los casos, para trabajar en las fincas de generales y coroneles, a cambio de nada.
La vida de un ser humano no vale para los dirigentes, pero para la familia la pérdida de un hijo es un golpe para siempre. Los que dirigen el país no lo saben, porque sus hijos no pasan el Servicio Militar donde mismo los infelices. Si ellos lo tienen que pasar, lo hacen en lugares protegidos, lejos de cualquier riesgo, a veces con escoltas que los cuidan de todo.
Me gustaría saber dónde hicieron el Servicio los hijos de Fidel Castro, o dónde lo hizo Sandro y los otros nietos adinerados de la cúpula.
Si alguno de esos, por casualidad de la vida, hubiera quedado sepultado en un túnel tras las explosiones, ya estuvieran removiendo todos los escombros y hubieran mandado a cientos de tropas a rescatarlos, pero los muertos, o los desaparecidos, no son hijos de la cúpula.
Por eso nadie hace nada. El gobierno guarda silencio, las Fuerzas Armadas que están más para controlar la economía que para otras cosas, se escudan en el silencio de siempre. Y los familiares están aterrados. Pobres cubanos pendejos que nos dejamos aplastar por el régimen asesino de los Castro-Canel.
Los muertos, cualquiera sean, merecen otras cosas. Y no me refiero solo a los sepultados por los misiles que explotaron en Melones, sino a los dos médicos secuestrados en África, de los cuales nadie habla hace más de un año, que a los bomberos mandados al suicidio en Matanzas cuando el incendio en la unidad de supertanqueros.
Insisto, los cubanos todos nos hemos vuelto unos cobardes. Uno se fueron y lo dejaron todo por miedo a enfrentar al régimen, a ir a prisiones por defender sus derechos. Otros morimos en la miseria, y los otros hacen silencio mientras sus hijos mueren de cualquier forma. El resto se pliega, que es más fácil, pero más ruin.