LAS PROTESTAS EN BANGLADÉS Y EL EJEMPLO DE CUBA
Por Jorge Sotero ()
La Habana.- En los últimos días he estado al tanto de los acontecimientos en Bangladés, un país cuyo nombre no le dirá mucho a la mayoría de los cubanos, sobre todo por su ubicación lejana, allá en el sur de Asia, al lado de la India, sin protagonismo aparente en el escenario internacional.
Pues bien, a finales de julio estallaron protestas en el país, principalmente en Dhaka, la capital. Los estudiantes estuvieron al frente de las protestas, como sucede en la inmensa mayoría de los países del mundo cada vez que hay revueltas, porque es ahí, en las universidades, donde está el germen de los cambios, la voluntad de hacer cosas trascendentales.
Las protestas que, al final, motivaron la renuncia de la ya exprimera ministra Sheikh Hasina, estuvieron motivadas por la intención del gobierno de restablecer la «ley sobre cuotas para ocupar cargos públicos».
Lo explico: la referida norma estipula la reserva del 30 por ciento de los cargos públicos para los familiares de los veteranos que lucharon en la guerra de liberación de 1971. Y luego el resto para otros grupos poblacionales, hasta dejar solo el 44 por ciento para personas con méritos.
Y cuando leí eso pensé en Cuba al momento y no tuve menos que elogiar a los participantes en las protestas en Bangladés, porque si se dejan meter esa ley, terminarán como en Cuba, donde todo es controlado por las familias de los que hicieron la guerra, o los cercanos a los Castro. Así de sencillo.
Ese 30 por ciento que controlaría los cargos públicos, vinculado a los «guerreros» terminará por copar todos los puestos, por hacer y deshacer, por quedarse con las mejores casas, los mejores negocios, las fincas más prósperas, con los cargos que generen mejores dividendos, y el resto al olvido.
Así pasó en Cuba. Con el triunfo de los barbudos, muchos habaneros se marcharon y esas casas pasaron todas a manos de los familiares de los que estuvieron en la Sierra Maestra. Para poner un ejemplo: una hermana de Celia Sánchez se casó con un guajiro espirituano y la «heroína» le dio casas grandes y buenas en diferentes lugares de la capital a todos los hermanos de su cuñado y a los padres.
Nuevo Vedado, Kholy, los mejores lugares de Playa y las casonas de El Vedado se convirtieron en patrimonio de los familiares de los que hicieron la guerra, algunos de los cuales no disparó ni un tiro.
Y por si eso fuera poco: los generales cubanos, los altos militares, o hicieron la guerra o son hijos o nietos de los que la hicieron, y son esos mismos los que controlan las pocas empresas que quedan en pie, los que pueden importar autos y motos, materiales de la construcción, etc.
Para poner un ejemplo: Raúl Guillermo Rodríguez, alias el Cangrejo, el nieto escolta de Raúl Castro, tiene por una parte la sangre de los de Birán, mezclada con los Espín de su abuela, pero, por el otro lado, tuvo un abuelo general, Guillermo Rodríguez, padre del todopoderoso general de división ya fallecido Guillermo Rodríguez López-Callejas, quien presidió el conglomerado GAESA, un emporio que, sobre todas las cosas, se procuró siempre buscar dinero para la élite cercana.
Ahora mismo, el Cangrejo cobra por cada vehículo o moto que entra a Cuba. Esa bendición casi divina le corresponde por sangre. Y por sangre le toca a todo el que tiene en sus venas algo de Castro, vivir bien, no tener problemas, lucir vehículos de alta gama, tener bares fastuosos que se abastecen por obra y gracia de una mano divina, porque allí no falta nada.
Los generales, sus hijos, o nietos, dirigen los hoteles o tienen puestos importantes en las corporaciones.
No hay un hijo de los cercanos a la cúpula que trabaje en comunales, o que haya ido alguna vez a cortar caña, o que viva en un edificio de microbrigadas, labore en la construcción, vaya al cuerpo de guardia del Julio Trigo o de la Benéfica, o que no tenga un buen auto y gasolina.
Esos, los que alguna vez se alzaron en la Sierra, sus hijos, nietos y biznietos, se apoderaron de Cuba, y es lo que intentan evitar los jóvenes de Bangladés. Bravo por ellos, a pesar de que las revueltas costaron más de 500 muertos, una buena parte policías. Porque en aquel país no son intocables: si me disparas también puedes morir.
Hay que abrir los ojos y aprender de otros.