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LA OBJETIVIDAD DE LO SUBJETIVO EN CUBA

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Por Víctor Ovidio Artiles

Caibarién.- En aquella lejana asignatura llamada Fundamentos de los Conocimientos Políticos, escuché por vez primera aquello de las causas objetivas y subjetivas. La mejor manera de que los muchachos entendiésemos aquello era decirles que las objetivas no dependían directamente de los sujetos y que las otras sí.

Cuarenta años después, entro al Hospital Pediátrico y el panorama me trae esos conceptos constantemente. Voy evaluando y clasificando a cada paso. El exterior es una «quincallería» de mal gusto donde los familiares afligidos y necesitados vacían sus arcas. Esto es subjetivo. A nadie le molesta el «mercanchifleo» de mal gusto. La alimentación de pacientes y acompañantes ronda el absurdo y piensas en el bloqueo y la espuria lista que golpea; no obstante, sabes que eso es objetivo porque no puedes hacer nada para revertirlo, sin embargo, también sabes que el dinero a aportar por tanto vendedor, debe alcanzar para acceder a alimentos decentes y eso sí que es subjetivo.

No hay medicamentos suficientes y sabes que el bloqueo impide el acceso a ello y que es algo objetivo y también sabes que se los roban para venderlo furtivamente y eso se pasa de subjetivo. Y sabes de algunos con batas blancas, que no son barberos, que «te dan la luz», como los mecánicos de los talleres estatales, de donde comprar mochitas, jeringuillas y antibióticos que más que causas objetivas son muestras del deterioro ético y de falta de decoro.

Las salas lucen sucias porque una compañera no les exige a las sancionadas que deben limpiar y porque los «cuadros» no les exigen a las compañeras, y eso es más subjetivo que la subjetividad.

La niña sufre neumonía que le provoca atelectasia y el entorno luce más polvo y telarañas que el castillo del Conde Drácula. El bloqueo, la lista espuria, la asfixia económica ni la persecución financiera pueden incidir en pasar una escoba en los ventanales, en tirar agua. Eso más que subjetivo es del más básico respeto.

La sala es un reservorio de cucarachas que andan como enfermeras, de cama en cama y eso, además de asqueroso, es demasiado subjetivo. A seis pasos de la cama está el infierno, pero un infierno asqueante y vomitivo. Inodoros pintados de excrementos que atesoran comunidades de bacterias. El agua no existe en el infierno y nada le veo de objetivo a tan peligroso abandono.
Debemos hablar menos de las causas objetivas, dejarnos de justificar y rescatar la decencia y la ética por si se puede salvar la dignidad y el decoro.

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