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FIN DE LA VERDOLAGA

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Carlos Cabrera Pérez

Majadahonda.- Extinguido el Cundeamor, la casta verde oliva y enguayaberada anda moribunda y acelerando fingimientos, a la espera de un disparo de churre que los borre de pronto, pues siguen alérgicos a la libertad y la riqueza y, cada nuevo plan, acaba en el vertedero de calle 100, para goce de buzos y tiñosas.

Los herederos de las grandes, medianas y pequeña expropiaciones sin indemnizaciones han vuelto a darle a la catalina patrá porque han visto que el acorralado sector privado es más eficaz y productivo que la vieja empresa estatal sociolista, pero como son tan caraelatas, aseguran que lo hacen para corregir distorsiones.

La mayor distorsión anticubana es el buró político, inútil hasta la pared de enfrente y, como los peronistas, incorregible.

Pero, ¡ay! Si mueleros bizcos, jineteros ideológicos y empinadores de papalotes en almíbar no se consuelan es porque no quieren:

No tienen democracia, pero tienen más cárceles que universidades.

No tienen papa, pero tienen marabú.

No tienen salud, pero amplían cementerios.

No tienen educación, pero analfabetos mandan.

No tienen luz, pero tienen vigilancia revolucionaria y calderas con huecos.

No tienen turistas, pero tienen oropuche y dengue merodeando favelas y hoteles de lujo.

No tienen agua, pero les sobra ron, guapería y calor de pueblo.

No tienen éxito olímpico, pero han abandonado a su suerte a cientos de ex deportistas de élite.

La irreversibilidad de la derrota comienza a expandirse por las redes en forma de Reels y post nostálgicos, con trozos de video de Stevenson y Fidel; el misterio que siempre acompaña a los mandarines cebados con arroz frito, atorados con cerveza fría y chapoteando en piscinas de mansiones usurpadas.

Y tanta barbaridad en nombre del socialismo que no prosperó y de la creativa resistencia, descuajeringadora de afanes y promesas pospuestos cíclicamente, porque la carne resultó más fuerte que el credo, la pelota esclava derrotó a la revolucionaria y generales y doctores sin fe sobremueren cotidianamente. ¡Vaya exitazos!

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