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CUBA, ¿MANZANA DE LA DISCORDIA ARGENTINA?

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Por Carlos Cabrera Pérez

Majadahonda.- Quizá no sabremos nunca las causas reales de la renuncia-destitución de la canciller argentina, Diana Mondino, con el pretexto del voto a favor de Cuba en Naciones Unidas, que ha sido el catalizador de su despido.

El alineamiento -involuntario o intencionado- de Buenos Aires con el bloque hispanoamericano garantiza al gobierno de Milei el apoyo de la región en la reivindicación de la soberanía nacional sobre las Islas Malvinas, una prioridad de la política exterior argentina, desde la guerra con Gran Bretaña.

Como lo real en política es lo que se ve; habrá que esperar a las memorias de Mondino y Milei para saber qué ocurrió realmente, pues la salida de la canciller, que la asumió con exquisita cortesía política y lealtad a su jefe, era la crónica de una muerte anunciada.

Los ministros y otros funcionarios gubernamentales son fusibles al servicio de la causa, desde la vieja Roma, y cuando alguien llega a un cargo, para alegría de los suyos y amigos que esperan beneficiarse, debe asumir que puede tener que renunciar al día siguiente.

La canciller confirmó que olía a muerta, cuando la Casa Rosada sacó un comunicado con una errata supuestamente intencionada, llamando Falkland (nombre colonizador) a las Malvinas, pero no se amilanó y declaró públicamente que el texto había salido sin errores de su ministerio; a lo que respondió el ministro de Defensa Luis Petri anunciando una investigación interna, de la que aún no ha dado cuenta.

De confirmarse la tesis de Mondino, quienes cometieron la intencionada pifia, sabían que la sociedad argentina sería un clamor contra la cancillería por tamaña ofensa. El viejo juego de excitar a las masas, manipulándolas, para que exijan -a gritos con llantén- arrojar herejes a las hogueras.

Mondino llevaba meses aguantando maniobras en su contra del escudo presidencial, formado por la hermana del presidente y el ministro de Economía Luis Caputo, que deseaban su salida del gobierno en aras de una férrea unidad que dicen necesitar para llevar adelante su proyecto.

Una de las claves de éxito de cualquier gobierno es su capacidad para articular consensos políticos y sociales; asumiendo el goce de la diferencia como herramienta para ganar mayor apoyo popular, porque cuando alguien trata a los suyos discrepantes como adversarios o traidor, solo está cavando su propia tumba y alejándose de los votantes.

Obviamente, cubanos de ambas orillas tienen motivos para la algarabía habitual que genera la emocionalidad en torno a la política, el tardocastrismo se felicita; sin aspavientos, pero dejando corretear a sus soldaditos de la blogosfera, porque Hispanoamérica votó en bloque a su favor y ningún gobierno se alineó con el enemigo; mientras otros celebran que Milei haya reaccionado enérgicamente y despedido a la alta funcionaria.

Cuba, desde 1959, ha sido usada por la región y especialmente, a partir de 1973, como contrapeso en la balanza diplomática hemisférica; para disimular su subordinación a Washington y, en el caso de gobiernos de derecha, neutralizar la bulla de aliados internos de La Habana.

El rejuego incluye un reparto de papeles entre los protagonistas; incluidos los gobiernos de izquierda, que se turnan para reprochar -en privado- a La Habana, que acometan reformas políticas y económicas estructurales, cuanto antes, pero la dictadura más vieja de Occidente sigue ciega y sorda.

En el caso de las relaciones con Argentina, muchos cubanos recuerdan la deuda impagada por la compra de trigo, trenes, Ford Falcon, Chevys y Dodge, en los años 70 del siglo XX, pero pocos recuerdan el acuerdo entre los dictadores Fidel Castro y Jorge Videla para protegerse mutuamente en Naciones Unidas por sus violaciones de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.

La geopolítica carece de principios y esta saturada de intereses, lo más limpio de ella es la basura que genera. y hace extraños compañeros de cama; mientras los cubanos emocionales no asuman la cruda realidad y que Cuba está más sola que Robinson Crusoe; seguirán creyendo que la vida es un tango.

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