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CIEN AÑOS DE SOLEDAD VUELVE A SER NOTICIA

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Por Jesús Hernández Villapol (Crónicas de Júpiter)
West Palm Beach.- Para quien la novela “Cien años de soledad” del colombiano Gabriel García Márquez ha sido durante gran parte de su vida una obra de culto, el conocer que sería llevada al cine en 16 capítulos por la plataforma Netflix se convirtió en una expectativa de la que tenía gran incertidumbre.
Ya han salido los 8 primeros capítulos y considero que el saldo de la compleja adaptación es positivo, aunque con la percepción de que el lenguaje literario es muy diferente al cinematográfico, por lo que hay que tener muy claro que la obra escrita es una cosa y la versión en pantalla otra.
Como es conocido, Gabo siempre se opuso a que la historia de la familia Buendía fuera llevada al cine por su gran complejidad narrativa, apenas sin diálogos y no aceptaba la idea de que sus lectores perdieran la imagen que se habían creado de sus personajes, pero autorizó a sus descendientes, que después de fallecido, hicieran lo que ellos consideraran, con ciertas condiciones: que se filmara en Colombia, con actores colombianos y en español.
A poco más de un mes de su estreno (ha llegado a más de 190 países, incluyendo Cuba, donde se pudieron ver algunos capítulos, dentro del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana) se han producido diversas críticas de especialistas y espectadores y en sentido general, la mayoría valora como un acierto la versión cinematográfica.
En mi caso particular, este acontecimiento me llevó a volver a leer la novela y tengo la impresión de que la puesta de Netflix, a pesar de la repercusión que está teniendo a nivel internacional, no es para todos los públicos, teniendo en cuenta como se entrelazan el tiempo y los personajes, a lo largo de 100 años de historia y varias generaciones de la familia Buendía y el pueblo de Macondo.
Resulta un gran mérito la ambientación, que con genial autenticidad recrea interiores y exteriores del mundo que concibió el autor, lo que se extiende al leguaje, vestuario, música y hasta al canto de los pájaros, un elemento que pudiera resultar imperceptible, pero dice mucho de la exquisitez que se ha puesto en cada detalle.
Si en los dos primeros capítulos notamos cierta lentitud en la narrativa, con algunas secuencias un tanto teatrales; después logra una adecuada armonía, que supera esas fisuras en la medida que van avanzando los capítulos.
En cuando al nivel de los actores, en sentido general es bueno, entre los que resaltan Viña Machado (que encarna a Pilar Ternera), Marleyda Soto (Úrsula Iguarán, adulta) y Diego Vázquez (José Arcadio Buendía, adulto).
Para quien no ha leído la novela que catapultó a Gabriel García Márquez a obtener el Premio Nóbel de Literatura en 1982, es una buena ocasión para indagar en su mundo mágico y podrá encontrar explicaciones, por si las necesita, a las locuras y trágicas formas de amar de los muchos José Arcadio, Aureliano o Amaranta, que desfilan por la novela; con sus sangrientas guerras y atrocidades de la política.
Para mí, disfrutar de esos primeros capítulos de “Cien años de Soledad” y releer, una vez más la novela, fue evocar a Ramona, esa anciana que, en mi niñez, vivió en los bajos de mi casa en San Miguel del Padrón, en La Habana y que nos cautivaba de miedo con sus cuentos de muertos aparecidos y bolas de candela que se interponían en los caminos de su pueblo de Punta Alegre, en la cubana provincia de Camagüey.
Porque sin dudas, el Realismo Mágico de García Márquez, emparentado con la teoría de lo Real Maravilloso de Alejo Carpentier, es parte indisoluble de nuestra vida latinoamericana.

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