Por Carlos Cabrera Pérez
Madrid.- Cuba semeja una balsa con goteras, donde los empobrecidos por el comunismo de compadres -que son mayoría- increpan al cielo porque la seca es mala para la agricultura y los aguaceros letales para los tejados y las paredes carcomidos por el general deterioro, que destruyó ciudades y pueblos y puso un toque zombi en las miradas de sus víctimas.
Las recientes lluvias dejarán otro rastro de destrucción y tristeza, que la dictadura más vieja y mentirosa de Occidente intentará emborronar con su muela ortopédica de cambio climático, espíritu combativo y solidaridad por decreto de una camarilla despiadada e inútil; que cada día recrea el cuento de Los tres cerditos.
La lluvia solo reafirmará la pobreza que zarandea a la chalupa goteante porque hay paredes que no han olido repello y pintura en julio ni en enero: y han visto a sus moradores morir de Oropuche, Covid, Dengue, Chikungunya, Cólera y sed en medio de una desastrosa impotencia médica para mujeres y hombres que crecieron con el caramelito de la Poliomielitis y buchitos de flúor, después de los matutinos.
La Cuba que se derrumba poquito a poquito tuvo esplendor, hitos arquitectónicos y desigualdad, como la que ahora viaja a lomos de los yipones que el pueblo noble y maltratado ha regalado a Díaz-Canel y Marrero; esa pareja de buenos muchachos tan del gusto de Raúl por anticubanos y sumisos.
Sus carros y mansiones no son los únicos atributos de la tiranía, que copia todo lo malo de Venezuela y Nicaragua, como la hiperinflación y la amenaza del despojo de la nacionalidad porque ya no se contentan con desterrar e inxiliar a millones de cubanos, cuyo único pecado es no compartir la demencia de la resistencia creativa.
Además de malos, Limonardo y Cara de globo son chambones, carecen de escrúpulos y de sensibilidad porque se creen dueños del tiempo y de la vida; cuando no son más que grumetes a bordo del Titanic, que un día imploran a Moscú, otro a Irán y pasado mañana a los Emiratos Árabes Unidos.
¡Ay, Cuba, oh, patria mía, quien diría que tu cielo azul nublara el llanto!, cantó Portabales, que conocía el secreto del guano para que los bohíos no se mojaran; asignatura pendiente en Alamar y en todos esos barrios igualitarios de hormigón prefabricado y caos; mientras Siboney, Kohly, el Nuevo Vedado y otros cotos de solaz y esparcimiento de la casta verde oliva y enguayaberada siguen cerrados a cal y canto a los pobres de la tierra, pero con la habilidad de abrir rendijas para cuentapropistas vanguardias y pioneros, los fiables, los gusañeros; porque el resto sigue luchando acosado por la inmoralidad comunista y el acoso de inspectores que multan y chantajean para paliar sus hambre y goteras.
Aún nos queda el oreo, trance devastador por el crujir de paredes y techos sobre las cabezas de inocentes, que serán agredidos por el NTV contándoles que la revolución no dejará a nadie desamparado; pese a que cientos de miles de cubanos fueron abandonados a su suerte en albergues del cancerígeno fibrocén, cabilas oxidadas, el agua por goticas y promiscuidad.
Y tanto calvario y desdicha sin que escampe, sin capas, paraguas, botas, acueducto ni luz; solo el zumbido de mosquitos aniquiladores del pueblo combatiente, que cada mañana despierta con millones de agujeros en el alma e implorando por la llegada del Armagedón porque ya sabe que nada será peor que la suciedad que los impostores siguen construyendo.
