Por El Estado como tal
La Habana.- La nota sobre la reciente reunión del consejo de ministros de Cuba revela un órgano de gobierno empantanado en una retórica gastada, una comunicación nebulosa de resultados y acciones, y un equipo económico aparentemente perplejo frente a la macro desestabilización del país.
Para ser la reunión previa a la sesión del parlamento en julio, la nota sobre el consejo de ministros es parca en datos y los sustituye por alusiones imprecisas. Informa sobre el hecho conocido de que la economía decreció en 2023, pero continúa ocultando la cifra concreta.
Hace referencia, de manera enredada, respecto al “comportamiento” de la economía en el 1er semestre de 2024, sin precisar dato alguno de crecimiento o decrecimiento del PIB. Se dijo que la situación sigue siendo compleja, lo que parece indicar que continúa la estanflación.
Afirma, sin aportar la más mínima evidencia, que el desmedido incremento de precios es “un asunto totalmente especulativo”. La especulación pudiera influir, pero la inflación es principalmente resultado de la baja capacidad de respuesta de oferta y de un déficit fiscal monstruoso.
Si el equipo económico ministerial de veras considera que la inflación desatada desde el “ordenamiento” se debe a la especulación y no a las transformaciones estructurales que provocó aquel programa económico, entonces la van a tener muy difícil para resolver los entuertos actuales.
Un déficit planificado para 2024 equivalente a 18,5 por ciento del PIB no es el tipo de cosa que puede ponerse en una misma oración que incluya “estabilización macroeconómica”. Ese fue el centro del “plan” que se presentó, pero ahora parece que esa “criatura” causa espanto.
La solución propuesta para reducir el déficit parece imprecisa y más bien descansaría en un evento fortuito: la “inejecución” de gastos planificados, probablemente asociados a la carencia de divisas que no permiten ejecutar gastos en moneda nacional en el marco de programas.
Se observa una especie de esquizofrenia económica cuando se habla de “centralizar” la aprobación de presupuestos, de una política de precios “única”, y de más regulaciones, a pesar de reconocerse problemas de burocracia y de control institucional “ineficiente”.
En general, no parece ser relevante lo que se dijo sobre la preparación del Plan de la Economía y el Presupuesto del Estado para 2025. La experiencia indica que esa preparación funciona más bien como una especie de gimnasia burocrática y como un acto de fe ideológica.
Quizás lo más llamativo del plan para 2025 es la mención a “posponer e incluso paralizar las inversiones que no sean imprescindibles”. Dos observaciones: sin inversión no hay ni crecimiento ni desarrollo, y hasta ahora las inversiones “imprescindibles” han sido las del turismo, ¿continuarán?
Se mantiene un relato de “economía de guerra” que de manera nítida se utiliza para justificar dominio total por aquello de que ahora “es cuando más necesitamos planificar y es cuando más necesitamos ejercer un control”. No es tanto que haya “economía de guerra” sino que habría que creérselo.