Miami.- Ser hijo y después ser padre son las experiencias más grandes de la vida.

Son sensaciones diferentes, bellísimas y al mismo tiempo representan una sorpresiva y tremenda responsabilidad.

En esta vida lo último que queremos es decepcionar a los padres y después desilusionar a los hijos.

Obedecer al padre y más tarde darle el consejo correcto y adecuado al hijo se convierten en los más importantes retos de nuestra existencia.

Siempre he dicho que tuve “el mejor padre del mundo”, mis hijas dicen tener el mejor concepto de mí… Pero, siempre he tenido dudas al respecto, porque muchísimos hijos dicen lo mismo.

Como hijo: ¿Fue suficiente sacar buenas notas en el colegio, portarme bien y ser obediente?

Como padre: ¿Darles amor, darles escuela, alimentarlos, darles buenos ejemplos, regañarlos cuando hacen algo mal y congratularlos cuando se comportan correctamente fue lo idóneo?

Que sé yo. En realidad no estaba capacitado para hacer ninguno de los dos papeles.

Como padres y como hijos nos sentimos confundidos, dudosos e inseguros:¿estoy o estuve haciendo las cosas bien? Los hijos y los padres nos mantenemos a la expectativa de una decisión positiva o negativa.

Hasta que Dios nos brinda una estupenda tercera opción: ¡Ser abuelos! Eso representa la verdadera tranquilidad espiritual en la vida.

Por lo tanto, mis felicitaciones a padres e hijos y quiero hoy enviarles un fuerte abrazo a los abuelos.

A los abuelos les deseo la pasan felices, tranquilos y disfrutando de ver los toros desde la barrera.