REDACCIÓN

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Por Jorge Fernández Era
La Habana—Mami, la maestra de Español y Literatura dejó de tarea escribir una composición sobre los festejos del Primero de Mayo. Ayúdame. Temo se dé cuenta de que no fui.
—¿Qué te hace suponer que no presuponga que yo tampoco?
—Me has dicho siempre que no hay nada más parecido a un desfile que otro desfile. Y como tú sí asististe a algunos en los tiempos en que creíamos juntos…
—Hoy «juntos creamos». Empieza por ahí. Luego agrega el matiz meteorológico que, por efectuarse en el malecón habanero, tuvo esta vez la concentración. «Marea alta y brava toma las plazas; se esparció por todo su territorio con denominación de teletsunami por su alcance, pues la voluntad convertida en potentes olas trascendió los confines nacionales».
—¡¿Teletsunami?!
—Imagina que prendes la televisión y te vienen de pronto, arrastrando todo a su paso, esa pila de chealdades que dicen. Pero agrega más, para que la profe te convalide la asignatura. Habla de que «a Cuba le llueven razones a diario; en todas partes, invariablemente le llueven; de motivos son también esos aguaceros». «Se desbordaron avenidas».
—¿Hubo penetraciones?
—Un tsunami es eso. Otro tipo de penetración lo dudo. No sé de dónde sale la «fuerza descomunal para pausar dificultades, carencias, y abrazar a la patria con pasión de enamorados» si la mayoría de la gente se va para el desfile sin desayunar.
—¿Pongo eso?
—No, chica. Si vas a hablar de insumos, redacta mejor: «Reafirmamos en el desfile que la vida, como la conocemos, la sostienen y reproducen los trabajadores: vagones de trenes, balitas de gas, el pan, los análisis de hemoglobina y de bilirrubina, la pizza que acaban de sacar de un horno y que te compraste para no desmayarte».
—Voy a dejar la frase en «horno», no vaya a ser que con lo del desmayo la maestra me incluya entre los «anexionistas que se desgañitan en las redes sociales para que ni un solo cubano salga a las calles».
—Estás aprendiendo. Puedes seguir tú sola.
—Ay, no, mami, ayúdame. Lo haces mejor que yo. En ti hay «una mezcla multicolor en la que se funden los atributos de disímiles profesiones y oficios». Tú eres como esta isla, «que convoca a sus hijos a la unidad para crear las certezas de futuro».
—No te pases, o te entregarán el carnet de militante. Limítate a expresar que «te tiraste tempranito de la cama y pusiste suela de zapato proa hacia el malecón».
—Como el Titanic.
—¿Estás loca? Es una imagen fuerte la del hundimiento. Mejor endósale que «el destino de esta isla se sustenta en el quehacer cotidiano, única forma de crear senderos que nos conduzcan a la prosperidad». Con «los horcones de nuestra herencia sanguínea», «mejores momentos se acercan y entre todos lo lograremos».
—¿Tú crees?
—No, chica, pero hay que quedar bien con la escuela. Puedes adjuntar algo deportivo: «Cual brinco de campeones, con la alegría de los convites, trabajadores y su familia se inventaron las mejores iniciativas, en una competencia al estilo beisbolero, donde todos los sindicatos la sacaron del estadio con las bases llenas».
—Y la emprendieron con los árbitros.
—Deja el realismo, la literatura aguanta cualquier cosa. Como cierre, para que «nos admiren desde lejos, cuando vean las imágenes del insólito espectáculo proletario», se impone mencionar que «las calles de La Habana fueron tomadas».
—Con el visto bueno de las fuerzas del orden.
—«A diferencia de lo que ocurre en otros países del mundo, víctimas de políticas neoliberales lideradas por gobiernos serviles». «En París, la cosa terminó como suelen hacerlo las películas violentas de un sábado a medianoche. Hubo vandalismo, camioneta y basureros incendiados, vidrieras destrozadas, apedreamientos».
—Por menos que eso pueden echarles hasta veinte años… a los trabajadores franceses.
—Bueno, ya. Pásalo en limpio. Y guarda una copia. Te sirve para el año que viene.